Una lámpara para el camino hacia la omnisciencia

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Chökyi Drakpa

Longchen Nyingtik Field of Merit

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Una lámpara para el camino hacia la omnisciencia

Un comentario palabra por palabra del texto de las prácticas preliminares del Longchen Ñingtik

de Chökyi Drakpa

Vacío en esencia, amplio como el espacio y libre de los límites de la elaboración conceptual, es el Dharmakāya;
claro por naturaleza, resplandeciendo brillante como el sol y adornado con signos y marcas, es el Saṃbhogakāya;
despliegue de energía compasiva, manifestándose de varias formas movido por la compasión, es el Nirmāṇakāya.
A los pies del Lama, inseparable de estos tres kāyas, me postro en homenaje, con mi cuerpo, habla, y mente llenos de devoción.

Los tres ríos de las trasmisiones directa de la mente, simbólica y de la escucha
se juntan y confluyen en Jigme Lingpa,
cuyo tesoro de la mente de sabiduría es la Esencia del Corazón de Ñingtik;
y es a las palabras recitadas de sus prácticas preliminares
que ahora escribo este comentario.

La bendición del habla

En primer lugar está la bendición del habla. Las sílabas Oṃ, Āḥ y Hūṃ son la esencia del cuerpo, habla y mente iluminados. Purifican los oscurecimientos del habla y bendicen tu cuerpo, habla y mente ordinarios con el cuerpo, habla y mente iluminados. Sobre tu lengua está una sílaba Raṃ brillante, de donde surge un fuego que consume todas las corrupciones y oscurecimientos del habla. El fuego se transforma en un vajra de tres puntas de luz roja. En su centro, o «vientre», están los mantras de las vocales y consonantes y, a su alrededor, está la «Esencia de la originación dependiente». Las sílabas son como un collar de perlas. De ellas surgen rayos de luz de cinco colores, con ofrendas de innumerables substancias en sus extremos dirigidas a los budas y bodhisattvas de las diez direcciones, complaciéndoles. Entonces, a medida que los rayos convergen de nuevo hacia ti, las letras del mantra de las vocales y consonantes y de la Esencia de la originación interdependiente descienden como lluvia y se disuelven en tu chakra del habla, purificando todos tus oscurecimientos del habla. Y con esto, se obtienen todas las bendiciones y siddhis del habla vajra de los budas y bodhisattvas. Si recitas los mantras de las vocales y consonantes y la Esencia de la originación interdependiente siete veces, o tres veces al amanecer, antes de hacer otra cosa, se dice que el poder de tu habla se multiplicará cien millones de veces.

EL NGÖNDRO EN SÍ

1. Los preliminares comunes

La práctica preliminar (o Ngöndro) consta de los preliminares comunes (externos) y extraordinarios (internos).

Los preliminares comunes son las reflexiones sobre: a) lo difícil que es obtener las libertades y las condiciones favorables; b) la muerte y la impermanencia; c) el principio del karma, causa y efecto; d) los defectos del saṃsāra; y e) cómo seguir a un maestro espiritual.

a. Lo difícil que es obtener las libertades y las condiciones favorables

La primera sección comprende la invocación de la mente de sabiduría del maestro y el reconocimiento de las libertades y condiciones favorables.

i) Invocar la mente de sabiduría del maestro

Primero, mientras recitas tres veces «¡Oh, Lama, cuida de mí!», reza con concentración y fe sincera: vívida, anhelante y convencida.

La fe vívida es fruto de pensar en las cualidades del maestro y de las Tres Joyas. Es un estado muy diáfano y dichoso, parecido a lo que siente un niño pequeño cuando ve a su madre. La fe anhelante nace del empeño en abandonar las acciones negativas, tras reflexionar sobre sus defectos, y el deseo ardiente de adoptar las acciones positivas, habiendo considerado lo beneficios que aportan. Es parecida al anhelo por beber agua de quien sufre una sed extrema. La fe convencida nace de una seguridad y confianza en las cualidades del maestro y de las Tres Joyas que no puede ser perturbada por circunstancias o situaciones temporales, así como de una convicción firme sobre las leyes de causa y efecto, capaz de resistir a las peores circunstancias, como la enfermedad. Esta es la clase de fe que uno debe tener.

Si no tienes este tipo de fe y sólo invocas vocalizando las palabras «¡Oh Lama!», no recibirás ninguna bendición. Como dicen los sūtras:

El Dharma puro no nace en los que carecen de fe,
igual como los brotes tiernos no surgen de las semillas quemadas.

Dando un ejemplo para ilustrar esta clase de fe, el texto dice: «el loto floreciente de devoción en el centro de mi corazón». Cuando te vayas a dormir por la noche, considera que el lama desciende desde lo alto de tu cabeza [a tu corazón] y duérmete con la mente inseparablemente unida con la mente de sabiduría del maestro.

Tan pronto como te levantes, temprano por la mañana, recita «¡Oh Lama, cuida de mí!» tres veces, con los tres tipos de fe que se describieron anteriormente. Como una flor de loto que se abre a la luz del sol, el loto de ocho pétalos en tu corazón despliega sus pétalos por la fuerza de tu fe. Ruega a tu único refugio constante para esta vida y la siguiente —tu lama—, cuya compasión por ti es tan tremenda que emerge del estado de la gran dicha y simplicidad del dharmakāya en su «cuerpo de forma». Rézale con estas palabras: «¡Contémplame con compasión, te lo ruego! He acumulado karma negativo y acciones dañinas en el pasado, y ahora, como resultado, estoy plagado por emociones turbulentas tan fuertes que sufro terribles infortunios en mi práctica del Dharma, y entorpecen mi progreso en el camino. Para protegerme de los enemigos —las emociones perturbadoras—, emerge por mi canal central al espacio por encima del chakra de la gran dicha, en mi coronilla, sobre un loto y asientos de discos de sol y luna. Permanece allí como el ornamento enjoyado y señor de mi familia búdica, hasta que alcance la iluminación, ¡te lo ruego!»

El método para proteger la mente de las emociones perturbadoras viene descrito en el Bodhicaryāvatāra:

Si, con la soga de la atención,
atas firmemente al elefante de tu mente,
abandonarás todo temor
y hallarás la virtud a tu alcance.

Tu mente es como un elefante o un caballo salvaje. La atención que se centra en estados mentales virtuosos, como la fe o la devoción, es como atarla con una soga a un poste de amarre. Y la conciencia vigilante, que discierne si permanecemos en ese estado virtuoso o no, es como el pastor. Así, para protegerte y asegurarte que tu atención y tu conciencia nunca se distraigan, invoca al lama, rezándole: «Por tu compasión, ¡emerge desde la gran amplitud del dharmakāya, y haz que mi mente nunca se aparte de la virtud! Mírame con tus ojos de sabiduría, ¡te lo ruego!».

ii) Reconocer las libertades y las condiciones favorables

Hay ocho libertades y diez condiciones favorables. Si hubieras nacido en los reinos infernales, de los pretas o de los animales, sufrirías de un intenso calor o frío, de hambre y sed, o de esclavitud, y te sería imposible practicar el Dharma. Si nacieses entre los dioses de larga vida también te sería imposible, ya que ni se te ocurriría pensar en practicarlo. Puesto que las enseñanzas del Buda no se encuentran en las tierras incivilizadas de las regiones fronterizas, vivir allí es también un estado imposible. Aquellos que albergan visiones erróneas tampoco tienen posibilidad alguna de practicar el Dharma, ya que sus mentes están contaminadas por creencias falsas, y son como Devadatta o Lekpe Karma. Si hubieses nacido en un mundo donde no ha aparecido un buda, o durante un kalpa oscuro, te sería imposible practicar, dado que ni siquiera se conocerían las palabras «Tres Joyas». Si nacieses sin entendimiento, te sería imposible practicar el Dharma porque no podrías comprender el significado de las enseñanzas. Cuando tienes un cuerpo físico que está libre de estos «ocho estados sin ninguna posibilidad de practicar el Dharma», se dice que posees un soporte para la práctica del Dharma, completo con las ocho libertades.

En segundo lugar, las «diez condiciones favorables» se dividen en las «cinco condiciones favorables personales» y las «cinco circunstanciales». Primero, nacer como un ser humano, significa que tienes un soporte físico apropiado para practicar el Dharma. Tener las cinco facultades intactas significa que puedes estudiar las enseñanzas y contemplarlas. En una región céntrica, significa que has nacido en un lugar donde las enseñanzas están disponibles. Un estilo de vida que no sea incorrecto o dañino, significa que tu cuerpo, habla y mente están en armonía con el Dharma. Tener fe en las enseñanzas del Buda significa reconocer que éstas aportan un camino especial que te conduce a liberarte del saṃsāra, y a un estado que sobrepasa la situación de los dioses mundanos. Cuando posees estas cinco cualidades se dice que las «cinco condiciones favorables personales» están completas.

Para que se den las «cinco condiciones favorables circunstanciales», un buda tiene que haber venido en este mundo —algo tan poco común como la aparición de una flor Udumbara—; tiene que haber enseñado los tres giros de la rueda del Dharma; las enseñanzas tienen que haber sobrevivido sin menguar. Debe de haber amigos extraordinarios que hayan adoptado las enseñanzas;[1] y un maestro o amigo espiritual tiene que haberte aceptado. Estas cinco condiciones se conocen como las «cinco condiciones favorables debidas a las circunstancias».

Si tienes todas y cada una de estas dieciocho libertades y condiciones favorables, entonces tienes lo que se conoce como una preciada vida humana, y estás en condiciones para practicar las enseñanzas que llevan a la liberación definitiva del saṃsāra. Aun así, si sucumbes a las influencias negativas y adoptas un estilo de vida incorrecto, estarás desperdiciando tu vida humana. Se dice que:

Encontrar una vida humana con las libertades y condiciones favorables
es como hallar una joya preciosa.
¡Pero fíjate como los que carecen de renuncia
desperdician esta oportunidad!

O:

Bien usado, este cuerpo puede ser una balsa a la liberación;
mal usado, es un ancla al saṃsāra.

b) Meditar sobre la impermanencia

Hay muchas circunstancias que provocan la muerte. Es posible morir de un ataque epiléptico, o en cama con una enfermedad crónica terminal, envenenado, caer desde un precipicio, o ser herido por armas. El momento de la muerte es incierto. La vida es tan frágil como la llama de una vela en el viento, o un pequeño pájaro posado sobre la rama de un árbol. Cuando nos acostamos por la noche, no podemos estar seguros de que nos despertaremos a la mañana siguiente. Ahora estás vivo, pero es incierto si seguirás vivo o no dentro de un año. Cuando dejes atrás esta vida, tendrás que ir una vez más a otro reino de existencia. Así que reza: «¡Oh Guru Rimpoché, de hoy en adelante, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí! ¡Asegúrate de que mi práctica no se pierda por caminos errados, como practicar sólo para evitar las enfermedades y los espíritus en esta vida, o para obtener ropa y comida! ¡Evita que caiga en la actitud inferior de buscar la liberación del saṃsāra solamente para mí, dejando atrás a todas mis madres del pasado! Maestro omnisciente del Dharma, Longchen Rabjam, ¡tú me conoces! Lama raíz, compasivo, tú que eres uno con el precioso maestro Guru Rimpoché, con Longchen Rabjam y Rigdzin Jigme Lingpa, ¡cuida de mí!».

Si no aprovechas la oportunidad ofrecida por esta situación presente para practicar el Dharma, ahora que has obtenido todas las libertades y condiciones favorables, en tus vidas futuras no encontrarás una base física tan perfecta para alcanzar la liberación del saṃsāra. Haber obtenido esta feliz existencia ahora es el resultado del mérito limitado que has acumulado en vidas pasadas. Si ahora no practicas la virtud y, por el contrario, sólo acumulas acciones dañinas, entonces, una vez que el mérito de las vidas pasadas que permitió este soporte físico se agote, después de morir deambularás como un ser de los reinos inferiores. Habiendo nacido en un estado tan desgraciado, no podrás distinguir lo bueno de lo malo y nunca escucharás el sonido del Dharma. No encontrarás un amigo espiritual. Serás igual que un ciego que se queda solo y abandonado en medio de un desierto inmenso. ¡Qué desastre tan terrible! ¡Qué tragedia! Los seres sensibles de los reinos infernales son tan numerosos como los átomos de la tierra. Los espíritus hambrientos son tan numerosos como granos de arena a la orilla de un río. Los animales son tan numerosos como las semillas en un barril de chang. Si piensas en las cantidades y las clases de seres que hay en los reinos inferiores, te darás cuenta de cuán escasa es la posibilidad de obtener un cuerpo humano. Comparados con los demás, los seres humanos son tan escasos como las motas de polvo sobre tu uña. E incluso entre los seres humanos, aquellos cuyo comportamiento es perjudicial y contrario al Dharma son como las estrellas en el cielo de la noche, mientras aquellos que de verdad viene de acuerdo con el Dharma son tan escasos como las estrellas a plena luz del día.

Reflexionando sobre esto, ruega: «¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí! ¡Maestros omiscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados! ¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!».

Puesto que los practicantes de la virtud son tan escasos, obtener un cuerpo humano es como llegar a una isla de joyas. Lograr un soporte tan prometedor, completo con todas las libertades y condiciones favorables, y luego usarlo sólo para acumular acciones negativas, sería como si un comerciante llegara a una isla de joyas valiosas y volviese de ella con las manos vacías. Con una mente tan voluble e impetuosa no tendrás el fundamento para alcanzar la liberación del saṃsāra, y tu cuerpo sólo te servirá para crear más sufrimiento.

Es especialmente importante no caer presa de «las ocho circunstancias incidentales que hacen el Dharma imposible» o los «ocho estados imposibles donde la mente nos separa del Dharma». Primero, ser engañado por influencias corruptas significa encontrarse con maestros que no actúan de acuerdo con el Dharma. Luego, aún teniendo un deseo ocasional de practicar el Dharma, puede que no puedas hacerlo debido a tus emociones conflictivas, cuando los cinco venenos bullen furiosos en tu mente y eres arrastrado por su fuerza. O mientras practicas, el karma negativo te puede abrumar, y madurar en forma de circunstancias negativas. Si no sabes cómo integrarlas en el camino, se convertirán en obstáculos. Tal vez desees poner las enseñanzas en práctica, pero si careces de diligencia, te distraerá la pereza. O puede que tengas un interés por las enseñanzas mientras eres un esclavo bajo el control de otros. También existen aquellos que meramente aparentan estar comprometidos con el camino y sólo fingen practicar con el fin de obtener comida y ropa, para sanarse de alguna enfermedad o espíritu dañino, o por miedo al castigo. Esto es como envasar carne de burro haciéndola pasar por carne de calidad, de venado o camello. Aunque tu actitud está en conflicto con las enseñanzas, delante de los demás te comportas como un practicante con la esperanza de obtener respeto o alguna recompensa. Ser crónicamente insensato y estúpido implica no sentir ningún entusiasmo al oír hablar de las cualidades y los beneficios de las acciones positivas, y no temer las consecuencias de las acciones negativas, debido a la influencia de amigos negativos. Estas son las «ocho circunstancias incidentales que hacen el Dharma imposible».

Después está el segundo grupo de ocho. La primera se da cuando, a pesar de ver y oír hablar de los sufrimientos del saṃsāra, tales como los de los tres reinos inferiores, no los temes, y apenas sientes por ellos un poco de desencanto y escasa renuncia. Se dice que la fe (o la devoción) es como una rueda preciosa, que gira a lo largo del camino de la virtud, día y noche. La fe es la más importante de las siete nobles riquezas, pero aun así, hay una condición en la que careces de la joya de la devoción por las enseñanzas y por el maestro. También hay otra en la que quedas atrapado en la esclavitud de las ataduras y anhelos mundanos de riquezas, posesiones y amistades. En otro estado, puede que tengas una personalidad negativa, como el carbón negro que no puede limpiarse, y constantemente tengas un comportamiento burdo y degenerado, incurable como una serpiente venenosa. Sin haber pacificado tu cuerpo, habla y mente, nunca te abstienes de las acciones negativas y dañinas que entran en conflicto con las enseñanzas. O, debido a que no tienes ni el menor verdadero interés, quizás no tengas ni siquiera una pizca de mente virtuosa, como un animal que observa un templo. Puede que acabes rompiendo todos tus votos de pratimokṣa y de los bodhisattvas, y haciendo trizas tus compromisos del samaya del Mantrayāna secreto, denigrando al maestro y demás. Estos son los «ocho estados imposibles por los que la mente nos separa del Dharma».

Reza de la siguiente manera: «Cuando estos dieciséis estados imposibles se me echan encima y amenazan mi práctica del Dharma, ¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí! ¡Maestros omniscientes Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados! ¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!».

Debes librarte de tales circunstancias adversas, porque una vez hayas caído en cualquiera de estos estados imposibles, no tendrás la oportunidad de practicar el Dharma de forma pura y auténtica.

En este momento presente, tu cuerpo no está afligido por la enfermedad, tu mente está libre de dolor y no eres un esclavo bajo el control de otros. Así que, ahora que gozas de esta cualidad perfecta y bienaventurada de independencia total, si por indolencia, pereza o distracción malgastas la libertad y las condiciones favorables de esta vida humana, entonces, no hace falta decir que, ¡cuando mueras, serás separado de tus compañeros, posesiones, parientes y seres queridos! Incluso este cuerpo que tanto aprecias —la morada de tu conciencia— será conducido, solo, desde su cama a un lugar desolado, donde será despedazado por zorros, buitres, perros y demás. Cuando eso ocurra, tu conciencia será arrastrada en el reino del bardo, como una pluma en el viento, y allí solo te esperará el terror.

Así que debes rogar: «Para protegerme de estos miedos, de hoy en adelante, ¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí! ¡Maestros omniscientes Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados! ¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!».

Como se dice en los sūtras:

Aquellos que son perezosos y carecen de diligencia,
pueden vivir cien años.
Pero mejor sería que vivieran sólo algunos días,
teniendo una diligencia constante.

Y el Preciado tesoro de instrucciones esenciales (Mengak Rinpoche’i Dzö) dice:

¡No entregues esta vida humana con sus libertades y sus dones al enemigo de la comida y la ropa!
¡No entregues esta mente altruista de la bodhicitta al enemigo de los vehículos menores!
¡No entregues la joya de la naturaleza de la mente al enemigo del engaño!
¡No entregues las dos acumulaciones que logran todos los deseos al enemigo de esta vida presente!
¡No entregues la práctica de la compasión al enemigo de la pereza!
¡Y no entregues la mente de ferviente devoción al enemigo de las visiones erróneas!

Así es precisamente como debes practicar.

c. El karma: causa y efecto

Las consecuencias de las acciones beneficiosas y perjudiciales me seguirán. Esto significa que toda la variedad de vivencias individuales, agradables y desagradables, que experimentan los seres de las seis clases, suceden simplemente como fruto de sus propias acciones positivas y negativas. Como dice el Sūtra de las cien acciones:

Es la variedad de acciones
que crea la variedad de los seres.

Y el Sūtra de los consejos al rey (Rājāvavādaka Sūtra) dice:

Cuando le llega la hora, incluso un rey tiene que morir
y no pueden seguirle los amigos ni las riquezas.
De mismo modo, dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos,
el karma nos sigue como una sombra.

Aunque los resultados de nuestras acciones no se hagan visibles inmediatamente, nunca se pierden. El Sūtra de las cien acciones dice:

Las acciones de los seres nunca se pierden,
incluso en cien eones.
Son acumuladas, y cuando llegue el momento,
su resultado madurará.

Incluso las acciones pequeñas e insignificantes deben ser evitadas. El Sūtra del sabio y el necio dice:

No menosprecies las acciones negativas pequeñas, pensando que son inofensivas,
porque incluso las diminutas chispas de una llama,
pueden prender una montaña de heno.

Una vez, en la época de las enseñanzas del Buda Kāśyapa, hubo un monje llamado Shebu Kapila[2] que se burlaba de los otros monjes dándoles apodos como «cabeza de caballo». En total los llamó con dieciocho motes diferentes. Se dice que más adelante renació como un monstruo marino semejante a un pez con dieciocho cabezas, y todavía tenía esta forma en los tiempos del Buda Śākyamuni. También se dice que un monje, que comparó a otro monje con un mono, renació como un mono durante quinientas vidas. Y existen innumerables ejemplos más que podrían mencionarse.

El gran bodhisattva Śāntideva dijo:

Si un solo instante de negatividad
puede llevarnos por un eón al infierno de Avīci,
entonces, con todos nuestros actos dañinos acumulados en el saṃsāra sin principio,
¿qué posibilidad tenemos de ir los reinos superiores?

El Sūtra del sabio y el necio también dice:

Tampoco descuides los pequeños actos positivos, pensando que no tienen beneficio,
porque incluso las pequeñas gotas de agua,
acabarán llenando un gran depósito.

En el pasado, cuando el rey Māndhāta era un mendigo, arrojó un puñado de guisantes al Buda Kṣāntiśaraṇa. Cuatro cayeron en el cuenco de limosna del buda y dos le golpearon en el corazón. Como resultado, reinó como soberano sobre los cuatro continentes durante ochenta mil años; luego reinó sobre el paraíso de los Cuatro Grandes Reyes durante ochenta mil años; y finalmente gobernó el reino de Indra por la mitad de este tiempo. También se habla de la mujer mendiga que ofreció un cuenco de agua a un discípulo śrāvaka del Buda Śākyamuni y renació en el paraíso de los Treinta y Tres. Y se dice que si un animal oye el nombre de un buda una vez, escapará de los reinos inferiores y renacerá en estados más elevados de existencia. Los beneficios de las acciones positivas son inconcebibles.

El Tesoro de instrucciones esenciales dice:

¡Escucha las palabras del maestro, las instrucciones más preciadas!
¡Estudia las palabras del Victorioso, y confía en ellas!
De día o de noche, ¡dedica tu virtud y limita tus faltas!
¡Reflexiona sobre cómo la interdependencia de causa y efecto determinará tu futuro!
¡Abandona tu apego al cuerpo y a las posesiones que tanto atesoras!
¡Y aplica los puntos de los tantras, āgamas, y upadeśas a tu mente!

Lleva esto a tu corazón.

d. Los defectos del saṃsāra

Básicamente, dondequiera que nazcas en el saṃsāra, ya sea en los reinos superiores o en los inferiores, siempre y únicamente serás atormentado por los tres tipos de sufrimiento.

En particular, si por el karma de haber acumulado acciones dañinas naces en los reinos infernales, en los ocho infiernos calientes todo el suelo bajo tus pies será de hierro candente. En el primero, el Infierno de las Resurrecciones, todo lo que ves se convierte en enemigos que te atacan con armas. Te rebanan la cabeza y cuerpo en pedazos, y sufres la experiencia de morir y ser resucitado una y otra vez. La duración de la vida en los seres en este reino se describe en el Sūtra de la aplicación de la atención:

Los seres del Infierno de las Resurrecciones viven ciento sesenta y dos mil veces diez millones de años humanos.

Este tiempo de vida se dobla en cada uno de los infiernos por debajo de este.

En el Infierno de las Líneas Negras se dibujan múltiples líneas en tu cuerpo, que luego son cortadas con sierras. En el Infierno del Aplastamiento, innumerables seres son embutidos en morteros de hierro del tamaño de valles enteros y aplastados con martillos al rojo vivo. En el Infierno de los Aullidos estás atrapado en una celda de hierro candente, sin puertas, y consumido por el sufrimiento y el dolor. En el Infierno de los Grandes Aullidos, estás atrapado en una celda de hierro, como la anterior pero con muros dobles, y gritas fuertemente, agonizando, mientras te golpean con mazos y otras armas. En el Infierno Ardiente te empalan en picas al rojo vivo y tridentes, y te envuelven en láminas de hierro ardiente. En el Infierno Intensamente Ardiente, te cuecen en grandes tinajas de bronce fundido. Cuando te golpean la cabeza con un martillo, pierdes la conciencia y en ese instante puedes experimentar un ligero sentimiento de alivio pero, aparte de eso, no experimentas más que sufrimiento y dolor.

La duración de la vida de estos seres es imposible de cuantificar en años. En el saṃsāra, hay veinte kalpas intermedios para cada uno de los períodos de formación, subsistencia, destrucción y vacío. Los seres del Infierno Intensamente Ardiente viven la mitad de uno de estos kalpas intermedios.

En el Infierno Avīci del Tormento Extremo eres quemado en un fuego del calor más intenso, mayor que el de los otros siete infiernos calientes. Los cuerpos de los seres son indistinguibles de las llamas y sólo se pueden percibir por el sonido de sus gritos de angustia. Del cielo caen armas y los esbirros del infierno te torturan con ellas causándote un dolor siete veces más intenso que el experimentado en los infiernos anteriores. En éste infierno de los ocho infiernos calientes, la duración de la vida es de un kalpa intermedio.

Los ocho infiernos fríos están rodeados por montañas nevadas completamente congeladas en su base. Allí, en la oscuridad, en terroríficos precipicios de hielo, engullidos por borrascas y tormentas de nieve, tu tierno cuerpo desnudo es azotado por gélidos vientos. Te llenas de ampollas que explotan en llagas ulcerosas. En el Infierno de las Lamentaciones sueltas un lamento incesante de gritos de agonía. Y en el Infierno de los Gemidos, experimentas un sufrimiento tan grande que es incluso difícil de imaginar, y como un moribundo cuya fuerza se acaba por completo sueltas profundos jadeos y gemidos. Rechinas los dientes y los aprietas en el frío intenso. Tu carne se vuelve azul y tu piel se resquebraja y se abre en cuatro partes como un loto azul, y entonces la carne viva roja que queda expuesta se quiebra aún en ocho pedazos más, como un loto rojo. Finalmente se vuelve de un rojo más oscuro y se parte aún más profundamente en dieciséis, treinta y dos, y luego innumerables pedazos, como un gran loto rojo. Gusanos con picos metálicos penetran la carne rasgada y comienzan a roer tus entrañas. Estos ocho sufrimientos diferentes se llaman los ocho infiernos fríos.

La duración de vida de los seres en el Infierno de las Ampollas es igual al tiempo que llevaría vaciar un recipiente de doscientas medidas kośala lleno de semillas de sésamo, si quitases un sólo grano cada cien años. Para los otros infiernos fríos, el tiempo de vida y el sufrimiento se multiplican por veinte a cada vez.

De forma similar, en cada una de las cuatro direcciones que rodean el Infierno del Tormento Extremo, hay cuatro infiernos colindantes, como la «Llanura de las Cuchillas Afiladas». Cuando se agota el karma que te ha llevado allí, dejas el Infierno de Avīci y ves una llanura agradable. Caminas hacia ella, pero cuando la alcanzas, se convierte una llanura de armas que donde tus pies son cortados a tiras. De un modo parecido, ves lo que parece un bosque apacible, pero cuando llegas allí se convierte en un «Bosque de Árboles con Espadas» donde te acuchillan el cuerpo y lo cortan en pedazos. Luego, ves un río y te diriges hacia él para beber, pero se transforma en un «Pantano de Cadáveres Putrefactos». Te quedas sumergido hasta la cabeza en él y gusanos con picos de metal te roen la carne. Por otra parte, puedes ver un foso sombrío, pero una vez que llegas allí se convierte en un «Foso de Brasas Incandescentes» y, hundiéndote en su interior, sufres mientras tu carne y huesos se queman. Estos son los dieciséis Infiernos Colindantes que rodean el Infierno de Tormento Extremo.

Los Infiernos Efímeros son cambiantes, en el sentido de que su localización no es fija y el grado de dolor experimentado allí es también incierto. Sufres al nacer en una puerta, un pilar, una chimenea, una cuerda, o en un mortero, una escoba, un tarro y demás. Sufres al estar atrapado dentro de una piedra, aplastado entre rocas, quemado en un fuego, hervido vivo, o cortado miembro a miembro como se corta un trozo de madera. Estos son los «Infiernos Efímeros» en los que siempre te utilizan y te explotan.

La causa de nacer en cualquiera de estos dieciocho infiernos puede ser una vasta acumulación de acciones dañinas motivadas por el deseo o el engaño. Aún así, un simple acto momentáneo como quitar la vida o decir palabras crueles a un ser excepcional, cuando se llevan a cabo con una mente de rabia intensa, te propulsará directamente a los infiernos. Como dice el Bodhicaryāvatāra:

Si una acción negativa de un solo momento,
puede llevarnos por un eón al infierno de Avīci,
entonces, con todos nuestros actos dañinos acumulados en el saṃsāra sin principio,
¿Qué oportunidad hay de ir los reinos superiores?

Reza con las palabras del texto: «Cuando surja el odio intenso y la agresividad, ¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí! ¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados! ¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!»

Es esencial que abandones tus emociones conflictivas. La Carta a un amigo dice:

Habiendo oído de estos sufrimientos tan inmensos,
sólo alguien con una mente tan dura como el diamante
permanecería impertérrito y sin temor.
Y si sólo ver imágenes, oír descripciones,
o leer y pensar acerca de los infiernos te traen dicho terror,
¿qué harás cuando realmente experimentes allí
los efectos completos e inexorables de tus acciones?

Del mismo modo, con sufrimientos similares los de los infiernos, el reino de los pretas es un lugar desamparado, sin comida ni bebida, donde se sufre de hambre y sed. Es un lugar triste, con rocas y tocones de árboles carbonizados, en el que nunca se han oído las palabras «comida», «bebida» o «comodidad». En el pasado, Śrona viajó al reino de los pretas y, teniendo sed, preguntó a los seres de allí dónde podría encontrar agua. Respondieron que, aunque habían nacido allí doce años antes, ésta era la primera vez que habían oído mencionar el agua. Estos pretas no encuentran nada para comer o beber durante meses y años; sus cuerpos están demacrados como esqueletos y carecen incluso de fuerzas para tenerse en pie. Experimentan tres tipos distintos de sufrimiento.

Primero, aquellos con oscurecimientos externos pasan muchos meses y años sin ni siquiera oír mención alguna de comida y agua. Luego, de vez en cuando, pueden avistar a lo lejos un arroyo o algunos árboles frutales. Con sus miembros débiles y articulaciones doloridas lucharán por llegar allí, pero a medida que se acerquen, encontrarán que el agua se ha secado totalmente o que los árboles se han marchitado. O, por lo contrario, que el agua y los árboles siguen allí, pero custodiados por seres armados, que les golpean y causan dolor con sus armas.[3]

Los pretas con oscurecimientos especificas experimentan sufrimientos tales como tener muchas criaturas que viven dentro de sus cuerpos, devorándolos.

La duración de la vida para los seres en este reino es de alrededor de quince mil años humanos.

Hay muchas razones para nacer como un espíritu hambriento, tales como comer en la tarde tras hacer los votos de un día de ayuno; pero la causa principal es ser tacaño o avaricioso de riquezas y posesiones.

Los animales salvajes viven con el temor constante de ser comidos unos por otros, o matados por cazadores. Los animales domésticos son explotados y obligados a trabajar hasta caer exhaustos, forzados a tirar de arados o llevar pesadas cargas. Incluso cuando les salen ampollas en el lomo se les da más que cargar. Se les hace cargar gente sobre sus lomos, y a menudo se les mata. Desorientados sobre lo que hay que hacer y lo que no, no tienen idea de cómo practicar la virtud y sólo acumulan acciones negativas; por ello están oprimidos por sufrimientos sin límite y carecen de cualquier medio para escapar del saṃsāra.

La semilla, o causa, para nacer en tal estado es extraviarse por la oscuridad de la estupidez terca, que no nos permite comprometernos con la virtud ni abstenernos de lo no virtuoso. Así que reza como sigue: «De ahora en adelante, ¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí! ¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados! ¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!»

Por lo tanto, debemos practicar la virtud y abandonar las acciones negativas.

Ni siquiera en los reinos superiores de los dioses y los seres humanos hay felicidad real. Como dice el Sūtra de la aplicación de la atención:

Nunca hay felicidad alguna en el saṃsāra,
ni siquiera la que cabría en la punta de una aguja.

Y el sublime Maitreya dijo:

No hay ninguna felicidad entre las cinco clases de seres,
igual como no puede hacer fragancia agradable alguna en una cloaca.

Como seres humanos, experimentamos los tres sufrimientos fundamentales, los cuatro grandes ríos de sufrimiento —nacimiento, vejez, enfermedad y muerte—, el sufrimiento y el miedo de encontrarnos con enemigos odiados o separarnos de nuestros seres amados, y el sufrimiento de encontrarnos con situaciones que no deseamos, o de no conseguir lo que deseamos.

Los asuras o semidioses sufren guerras y luchas. Los dioses afrontan el sufrimiento de la muerte y la trasmigración, y el de caer en los reinos inferiores.

Así que, no importa donde nazcamos, en cualquiera de las seis clases de seres, no hay ningún lugar que esté más allá de la naturaleza del sufrimiento.

Como dice el Tesoro de instrucciones esenciales:

Nuestros hogares y países, que tanto apreciamos, son como las celdas de hierro del infierno;
nuestras esposas e hijos son como el bosque de árboles con espadas;
los adornos y ropas finas son como las lenguas ardientes de las llamas;
la comida y bebida son masas de metal ardiente;
los criados y siervos son los guardianes del infierno;
las disputas airadas son como una tormenta de ascuas incandescentes.
Comprende que son la ruina de toda virtud y bondad.

e. Cómo seguir a un amigo espiritual

Pese a haber entrado en el camino del Dharma y tomado los votos externos del pratimokṣa (sánsc.) —los votos de un upāsaka (sánsc., «practicante laico»), monje novicio, o monje o monja plenamente ordenado— aún no has puesto fin a tus comportamientos erróneos y sigues transgrediendo los cuatro votos raíz y los diversos votos secundarios.

Has cruzado el umbral del Mahāyāna, despertado la motivación de la bodhicitta —el deseo de alcanzar la budeidad por el bien de todos los seres sensibles— y tomado los votos de la bodhicitta de aspiración y aplicación. Pero simplemente repites frases como «¡Qué todos los seres sean felices!», mientras continúas sin tener ni un solo pensamiento beneficioso para los demás, con una actitud maliciosa y falsa.

Habiéndote embarcado en el camino del mantrayāna secreto y recibido la transmisión de poder de la vasija, debes practicar el kyerim (tib.) o «fase de desarrollo». Habiendo recibido la transmisión de poder secreta, debes practicar la recitación de mantras; habiendo recibido la transmisión de poder del conocimiento, debes meditar sobre dzogrim (tib.), la «fase de culminación»; y habiendo recibido la cuarta transmisión de poder, debes meditar sobre el significado de śūnyatā. Pese a haber recibido muchas veces estas cuatro transmisiones de poder, no practicas en lo más mínimo las fases del desarrollo y culminación de la meditación.

Considerando cómo te has extraviado por el camino equivocado, reza con las palabras: «¡Oh lama, líbrame de estos falsos caminos!» Haz esta oración para evitar caer bajo la influencia de tus emociones conflictivas. Confiando en un maestro cualificado, debes mantener los preceptos del pratimokṣa, los votos de bodhisattva y los compromisos del mantrayāna secreto, tal y como se describen en sus textos respectivos. Entonces, uniendo la bendición del maestro con tu fe y diligencia, como un anillo atravesado por un gancho, cruzarás a la otra orilla y serás liberado del saṃsāra.

Fuera de esto, no hay ningún otro método por el cual el lama pueda liberarte del saṃsāra sin que tengas que emprender acciones positivas y abandonar las acciones negativas, como si fueras un pasajero transportado por un barco, o fueras «liberado» al ser asesinado con un arma. Si esto fuera posible, dado que los budas aman a todos los seres sensibles por igual como si fueran sus propios hijos, liberarían a la infinidad de seres en un instante, sin dejar ni uno solo atrás en el saṃsāra. No había ni la anchura de un pelo de diferencia entre el amor que el Buda Śākyamuni sentía por Devadatta y el amor que sentía por Rāhula. Si su compasión y bendiciones solas pudieran haberles liberado, Devadatta nunca habría tenido que caer en los infiernos.

Así que es muy importante que lleves las palabras del Buda y de tu maestro a tu corazón, y las pongas en práctica tal y como ellos lo han enseñado. Como dijo nuestro Maestro:

Yo te he mostrado el camino a la liberación.
Pero la liberación sólo depende de ti.
¡Así que práctica con diligencia!

Y Śāntideva dijo:

Incontables budas, esforzándose por el bien de los seres,
ya vinieron y se fueron;
mas por causa de mis defectos,
no he sido objeto de su poder sanador;
y, si continúo de esta misma manera,
una y otra vez, pasará lo mismo.

Aunque no has logrado la visión de śūnyatā, actúas imprudentemente como si fueras un maestro de «sabiduría loca» y menosprecias la ley de causa y efecto. Aunque te distraes en tu meditación y careces de las cualidades descritas en las escrituras, te consientes permanecer enredado con los conceptos y rehúsas orgullosamente seguir a un maestro cualificado. Si realmente pusieras tu corazón en la práctica, tu cuerpo, habla y mente estarían en completa armonía con las enseñanzas, como fue el caso del glorioso Atiśa y Geshe Ben, que, cada vez que tenían un pensamiento negativo, lo soltaban inmediatamente y se bajaban de sus caballos para realizar una ofrenda del mandala. Así es como deberías ser. Pero en lugar de esto, a pesar de que tu mente está llena de emociones perturbadoras y tus acciones de cuerpo y habla son erróneas, ignoras tus defectos y te fijas en las imperfecciones de los demás. Esto es como tener un espíritu en la puerta que da al Este y hacer un ritual de rescate de en la puerta Oeste. Comprender intelectualmente la diferencia entre las acciones beneficiosas y dañinas, y luego actuar contrariamente a las enseñanzas, es una señal de que te has vuelto «testarudo del Dharma», como el cuero de un saco de mantequilla, que se endurece con el constante contacto con la grasa.

Reza para que el lama pueda librarte de tu terquedad y tu comportamiento contrario al Dharma, y practica conforme a las enseñanzas.

Aunque sufres de alguna enfermedad y puede que mañana mueras, estás lleno de deseos y apego por un hogar, ropas y posesiones. Aunque tu juventud ya ha pasado y eres bastante viejo, no tienes el más ligero desencanto o renuncia al saṃsāra. Aunque posees sólo un mínimo de sabiduría lograda por el estudio, la reflexión y la meditación, igual que la rana que vivía en el pozo, te enorgulleces de todo tu conocimiento. Esta arrogancia viene de caer bajo el influjo del engaño, así que reza para que el lama te libere de semejante ignorancia, y abandona tu apego al saṃsāra y tu orgullo por tus propias cualidades.

El momento de la muerte es incierto, y como la llama de una vela en el viento, o un pajarillo posado en la rama de un árbol, estás rodeado de circunstancias potencialmente peligrosas. Aún así, te olvidas de la muerte y te empleas en asuntos de esta vida, tales como tomar parte en rituales locales. Con una mente distraída, puedes permanecer físicamente en retiros solitarios, pero tu carácter básico permanece siempre tan duro como un bloque de madera. Permanecer en calma, como un chacal en el bosque, sin haber desarraigado tus emociones perturbadoras, y hablar suavemente mientras el apego y la aversión bullen en tu mente, es como el comportamiento de una cigüeña o de un gato. Todo esto es señal de que estás bajo la influencia de las ocho obsesiones mundanas: la ganancia te trae la felicidad y la pérdida te hace sufrir; te alegras de recibir alabanzas, pero la crítica te hace enfadar; la fama te hace feliz y la insignificancia te entristece; y estás gozoso en la felicidad, pero desesperado cuando sufres. Reza con estas palabras: «¡Oh lama, libérame de estas ocho preocupaciones mundanas!»

No debes permitir que asuntos como la felicidad y el sufrimiento te preocupen demasiado. Por el contrario, contémplalas por igual, como un solo sabor, e intégralas en tu práctica. Esto se logra, en primer lugar, reconociendo que aquél que está feliz cuando le alaban y se vuelve triste cuando le critican, es esencialmente vacío; ambos son igualmente ilusorios, como un sueño, y carecen de auténtica realidad. Y en segundo lugar, se dice:

Cuando eres feliz, dedícalo como una acumulación de virtud:
¡que todo el espacio se llene con beneficio y felicidad!

Siempre que experimentes felicidad, ya sea al obtener alguna riqueza o reconocimiento, o por ropas nuevas o por comer una comida deliciosa, en vez de aferrarte a ese placer como algo tuyo propio, entrena tu mente dedicándolo. Piensa: «¡Qué todos los seres sensibles —y especialmente los espíritus ávidos, los pobres y los indigentes— disfruten de semejante felicidad y placer!»

Cuando te acontezca algún sufrimiento, como por ejemplo cuando escuches algo desagradable o estés afligido por la enfermedad, se dice:

Cuando sufras, haz tuyo el sufrimiento de todos:
¡que el océano del sufrimiento se seque por completo!

Entrena tu mente pensando: «Además del mío propio, ¡que pueda yo asumir el sufrimiento de todos los seres, y que éstos disfruten de felicidad y bienestar!»

Reza de la siguiente forma: «¡Despiértame ya de este profundo sueño de la ignorancia, en el que soy como un animal que no entiende la diferencia entre las acciones positivas y negativas!». Y reza para que te inspires con un temor saludable a causar daño, y con entusiasmo por las acciones beneficiosas.

A lo largo de todas tus vidas pasadas sin principio, y hasta ahora en esta vida misma, no has sido capaz de practicar el Dharma como medio para liberarte del saṃsāra. Por el contrario, continúas languideciendo en la prisión de la existencia cíclica. Reza para que puedas desarrollar un corazón genuino de tristeza y renuncia, y seas rápidamente liberado de este lóbrego encarcelamiento en el saṃsāra, alcanzando así el estado de liberación y omnisciencia. Lleva esto a tu corazón.

El Tesoro de instrucciones esenciales dice:

Un nacimiento es suficiente: ¡corta hoy mismo las ataduras del aferramiento!
Una acumulación es suficiente: ¡ve al maestro como al Buda!
Una acción es suficiente: ¡realiza el Lama-Buda!
Un entrenamiento es suficiente: ¡abandona las acciones no dhármicas!
Un reconocimiento es suficiente: ¡reconoce el Dharmatā!
Una práctica es suficiente: ¡mora en ese estado mismo de realidad!

2. Los preliminares extraordinarios

Los preliminares extraordinarios constan de seis secciones.

a. La toma de refugio

La primera de estas secciones es la toma de refugio, que se explica en términos de i) las divisiones de refugio, ii) el método para tomar refugio, y iii) los preceptos y beneficios de tomar refugio.

i. Las divisiones del refugio

Generalmente, se dice que el refugio es la piedra angular de todas las prácticas del Dharma, y lo que abre la puerta al refugio es la fe. La importancia de los tres tipos de fe ya se ha explicado anteriormente. Se puede ilustrar más ampliamente con las historias de Ben de Kongpo y de la anciana y el diente de perro.

ii. El método para tomar refugio

En cuanto al método para tomar refugio, el campo de mérito se debe visualizar siguiendo las descripciones en los diversos comentarios. Entonces:

El Buda, el Dharma, y la Saṅgha son supremos entre todo cuanto es difícil de encontrar, como una joya valiosísima. Constituyen el refugio exterior. La verdadera esencia o personificación de estos tres es el Sugata, el Buda. Como dice el Sublime continuo (Gyü Lama):

El único refugio es el Buda.

Las tres raíces son el lama, yidam y khandro, que constituyen el refugio interior del Mantrayāna Secreto. Son la raíz o la base de todas las acumulaciones positivas, hasta que alcances la iluminación. El refugio secreto consiste en tomar refugio para usar los canales como el nirmāṇakāya, entrenar el aire interior como el saṃbhogakāya, y purificar los tiklés, cuya naturaleza es la bodhicitta, como el dharmakāya. El refugio último es la sabiduría primordial presente en la mente de sabiduría de estos objetos del refugio: el mandala de la esencia vacua, la naturaleza conocedora, y la energía compasiva que todo lo abarca. Para lograr esta sabiduría en nuestro propio flujo mental, tomamos refugio hasta que alcancemos plenamente la iluminación. Con esto en mente, tomamos el voto del refugio.

iii. Los preceptos y beneficios de tomar refugio

En lo que respecta los preceptos y los beneficios de tomar refugio, los preceptos consisten en tres cosas que hay que abandonar, tres que se deben adoptar y tres preceptos suplementarios. En primer lugar, habiendo tomado refugio en el Buda, no adoptes como tu refugio exterior a deidades mundanas tales como espíritus locales, ni les hagas ofrendas. Habiendo tomado refugio en el Dharma, abstente de dañar a cualquier otro ser. Habiendo tomado refugio en la Saṅgha, no te vincules con extremistas no budistas (tīrthikas), ni con personas cuyo comportamiento sea contrario a las enseñanzas. Las tres cosas que hay que adoptar son: habiendo tomado refugio en Buda, debes honrar y respetar cualquier representación de su cuerpo, incluso un fragmento insignificante de una estatua. Habiendo tomado refugio en el Dharma, debes respetar y cuidar de preservar las enseñanzas escritas, incluso fragmentos de papel que contuvieran una sola sílaba. En el pasado, cuando una vez el gran Atiśa vio a un escriba poner su pluma en la boca mientras escribía, gritó: «¡Atsama! Eso no está bien.» Habiendo tomado refugio en la Saṅgha, incluso un jirón de paño rojo o amarillo de sus túnicas debería inspirarte fe. Como preceptos suplementarios, confía en tu maestro espiritual y practica sin hacer nada que transgreda o entre en conflicto con su cuerpo, habla o mente. Escucha las enseñanzas y sigue el Dharma y a la Saṅgha.

Como dice la Historia del cerdo (Pak gi tokjö):

Quien tome refugio en el Buda
no volverá a nacer en los reinos inferiores.
Dejando atrás incluso el cuerpo de un ser humano,
renacerá entre los dioses.

Y el Sūtra del parinirvāṇa dice:

Quienquiera que tome refugio en las Tres [Joyas]
alcanzará rápidamente la iluminación.

b. Despertar la bodhicitta

Este apartado consta de tres secciones: i) entrenar la mente en los cuatro inconmensurables; ii) generar la bodhicitta, la mente orientada hacia la iluminación suprema; y iii) entrenarse en los preceptos de la bodhicitta de aspiración y de la bodhicitta de aplicación.

i. Entrenar la mente en los Cuatro Inconmensurables

«Ho» es una expresión de compasión. Los objetos de la compasión son los seres de los tres reinos y las seis clases. Hipnotizados por la variedad de percepciones, se aferran a un «yo» cuando no hay un «yo», y a un «ego» donde no existe semejante «ego.» Se dice que estas percepciones erróneas son como ver a lo lejos un montón de piedras y confundirlas con una persona, percibir una cuerda de colores como si fuera una serpiente, o pensar, como una criatura, que el reflejo ilusorio (no verdaderamente real) de la luna que aparece sobre el agua es la luna misma.

Cultiva la compasión por los seres reflexionando sobre su miserable situación: todos ellos, dondequiera que se encuentren a lo largo y ancho de los tres reinos y las seis clases, se aferran a sus percepciones engañadas pensando que son reales, y deambulan sin cesar en el saṃsāra sin hallar salida alguna, como el girar de una rueda o de un rosario.

Todos los seres, cuyo número es tan ilimitado como vasto es el espacio, han sido nuestros propios padres y madres, y como tales han sido exactamente tan bondadosos con nosotros como nuestros padres en esta vida actual. Para que todos estos padres y madres nuestros no deban permanecer más en su estado lamentable, y puedan finalmente alcanzar la iluminación, hallando serenidad y paz en la luminosidad y en el espacio que todo lo abarca de la verdadera naturaleza de sus mentes, debemos adiestrar nuestra mente mediante los cuatro inconmensurables.

1. La ecuanimidad

En primer lugar necesitamos entrenar la mente en la ecuanimidad. La forma en que actualmente nos apegamos a nuestros amigos y nos mostramos hostiles ante nuestros enemigos constituye un error, que proviene de no haber examinado la situación a conciencia. En realidad, los que hoy llamamos «enemigos» han sido, a lo largo de muchas de nuestras vidas pasadas, amigos queridísimos que nos han ayudado muchísimo. Y los que actualmente consideramos nuestros «amigos» han sido nuestros enemigos en vidas pasadas y nos han causado gran daño.

El Noble Katyāyana dijo:

Se come la carne de su padre, mientras golpea a su propia madre
y acuna en su regazo al enemigo que mató;
la esposa roe los huesos de su marido.
¡El saṃsāra es capaz de hacerte reír a carcajadas!

Reconoce que estos prejuicios, que ahora mismo hacen que veas a algunas personas como tus amigos y a otras como tus enemigos, son resultado de haber caído presa de la ignorancia. Entrena tu mente hasta que sientas por todos los seres, y especialmente por tus «enemigos» y las personas que te obstaculizan, la misma benevolencia con la que ahora ves a tu madre y tu padre actuales.

2. El amor

Luego, puesto que todos estos seres han sido tan bondadosos contigo como tus padres actuales, cultiva el amor por todos ellos y desea que sean felices, para corresponder así a su bondad pasada. Entrénate para ser tan amoroso como unos padres que cuidan a su bebé, o como una madre pájaro que alimenta a sus polluelos, de modo que todas tus acciones de cuerpo, habla y mente se lleven a cabo con el único propósito de asegurar la felicidad y el bienestar de los demás.

3. La compasión

Cultiva la compasión, que consiste en desear que los seres se liberen del sufrimiento. Imagina a un prisionero al que están a punto de ejecutar, o un animal en el matadero, y ponte en su lugar, o imagina que es tu propia y queridísima madre. Cuando te surja un sentimiento insoportablemente intenso de compasión por estos seres, piensa que, aunque el que está sufriendo de esta manera no es realmente tu madre o tu padre en esta vida, él o ella han sido tu padre o madre en numerosas ocasiones a lo largo de tus innumerables vidas pasadas. Practica y cultiva esta compasión hasta que sientas por todos los seres sensibles exactamente la misma compasión que sientes por tus propios padres.

4. La alegría

Cuando veas a personas ricas y poderosas, que parecen disfrutar de los placeres de los reinos superiores, o cuando veas a alguien que encarna las cualidades del conocimiento de las escrituras y la realización espiritual, no tengas resentimiento o envida, incluso si consideras que son tus rivales. En cambio, siente alegría y deséales que sus riquezas y su poder crezcan más aún. Y reza por que todos los seres sensibles puedan gozar de semejante buena fortuna. Entrena tu mente de este modo, una y otra vez.

Si practicas el entrenamiento de la mente en los cuatro inconmensurables de esta forma gradual, pensando primero en tus padres, luego incluyendo a tus amigos y parientes, y finalmente extendiendo la práctica a tus enemigos, llegarás a sentir el mismo amor y la misma compasión por tus enemigos que sientes ahora por tus padres. Esta es la medida del entrenamiento de tu mente.

ii. Despertar la bodhicitta

En cuanto a la práctica en sí de despertar la bodhicitta, manteniendo la atención y la conciencia centradas en estos aspectos del entrenamiento de la mente en los cuatro inconmensurables, visualiza delante de ti el campo de mérito —igual que en la práctica del refugio—, que se convierte en testigo de cómo haces surgir la bodhicitta.

La bodhicitta que consiste en desear que todos los seres sensibles alcancen la iluminación es comprometerse con el objetivo. Esta es la bodhicitta de aspiración, comparable, por ejemplo, con desear ir a Lhasa.

Hacer voto de que, hasta que obtengas la iluminación, practicarás las seis perfecciones —generosidad y demás—, y lucharás con esfuerzo hasta que el saṃsāra se vacíe por completo, es comprometerse con la causa. Esto constituye la bodhicitta de aplicación, comparable a emprender realmente el camino a Lhasa, hasta finalmente llegar allí.

El Bodhicaryāvatāra dice:

Comprende que, en pocas palabras,
la bodhicitta tiene dos aspectos:

Tal como uno entiende la diferencia
entre el deseo de viajar y emprender un viaje,
el sabio debería comprender estas dos,
reconociendo su diferencia y su orden.

Tras tomar los votos de la bodhicitta de aspiración y de aplicación, y mientras permaneces atento y consciente de las palabras de la práctica y de su significado, el campo de mérito se funde en luz y se disuelve en ti. Considera que los dos tipos de bodhicitta presentes en las mentes de sabiduría de todas las deidades nacen en tu propio continuo mental, y entonces reposa en un estado de vacuidad y compasión indivisibles.

iii. Entrenarse en los preceptos de la bodhicitta

En tercer lugar está el entrenamiento en los preceptos de la bodhicitta. En el contexto de la bodhicitta de aspiración, nos entrenamos en las meditaciones de igualarse con los demás, intercambiarse con los demás y considerar a los demás como más importantes que uno mismo. Y con respeto a la bodhicitta de aplicación, practicamos las seis perfecciones.

1. Los preceptos de la bodhicitta de aspiración

En primer lugar, y puesto que que todos los seres son iguales en desear la felicidad y desear evitar el sufrimiento, debemos abandonar las actitudes de apego y aversión, que hacen que nos cuidemos especialmente a nosotros mismos y nos mostremos agresivos con los demás. Ejercítate en esta práctica hasta que veas como iguales a ti mismo y los demás seres.

En segundo lugar, la meditación de intercambiarnos con los demás se practica ofreciendo la felicidad y recibiendo el sufrimiento a la vez que inspiramos y expiramos; esta es la práctica del tonglen. Por mucho que te acontezcan todo tipo de sufrimientos no deseados, concéntrate en el deseo de tomar el sufrimiento ajeno además del tuyo propio. Ejercita tu mente en esta práctica, ilustrada en la historia de Hija, y en la del Buda tirando de un carro en el reino de los infiernos.[4]

Para entrenar la mente en considerar a los demás como más importantes que uno mismo, cultiva la disposición a nacer incluso en los reinos infernales, si ello puede beneficiar a otros seres. Puedes encontrar ejemplos de esto en las historias de los maestros de Atiśa —Maitriyogi y Dharmarakṣita—, en la del bodhisattva Metok Dadze, y en las vidas anteriores del Buda.

2 Los preceptos de la bodhicitta de aplicación

Luego está el entrenamiento en los preceptos de la bodhicitta de aplicación, que consiste en ejercitarse en las seis paramitas, o perfecciones.

En primer lugar, la generosidad tiene tres aspectos: ofrecer bienes materiales, ofrecer el Dharma, y brindar protección frente al miedo. Debes practicar estos tres tipos de generosidad de acuerdo con tu capacidad. Al menos, deberías ofrecer Sur (ofrendas quemadas) y tormas de agua, ya que esta ofrenda incorpora las tres formas de generosidad.

La disciplina se divide en: la disciplina de evitar las acciones negativas, la disciplina de llevar a cabo acciones positivas, y la disciplina de beneficiar a los seres. La primera significa que debes abandonar incluso la más mínima acción negativa de cuerpo, habla o mente. La segunda consiste en esforzarte en practicar la virtud tanto como puedas, comenzando por las acciones positivas más pequeñas. Asegúrate de llevar a cabo estas acciones con las debidas fases de preparación, parte principal y conclusión. En tercer lugar, beneficiar a los seres significa trabajar por el bien de los demás mediante las cuatro maneras de atraer discípulos,[5] cuando sea el momento adecuado y estés libre de cualquier motivación egoísta. Para los principiantes, lo más importante es ejercitar la mente en los dos primeros tipos de disciplina, motivado por la bodhicitta de desear beneficiar a los demás.

La paciencia consiste en: ser paciente cuando te traten mal; la paciencia de sobrellevar las dificultades por el Dharma; y la paciencia de afrontar sin temor la verdad profunda.

La diligencia se divide en: la diligencia semejante a un escudo; la diligencia en la acción —que significa esforzarse en la práctica del Dharma y prevenirse contra la pereza con la misma fuerza con la que uno se sacudiría una serpiente venenosa que encontrara en su regazo—; y en la diligencia insaciable, que no se queda satisfecha con unos momentos, unos meses o unos años de practicar la virtud, sino que te empuja a esforzarte en ella durante toda tu vida.

La concentración meditativa consta de: la concentración infantil de aquellos que practican en un lugar aislado, lejos del ajetreo y la distracción, pero que se apegan a sus experiencias de dicha, claridad y ausencia de pensamientos. Luego viene la concentración del discernimiento claro, en la que uno se aferra a la vacuidad como antídoto; y finalmente el samādhi no conceptual de la realidad intrínseca, también conocido como «la concentración que deleita a los Tathāgatas». Estas deberían practicarse sucesivamente, por etapas.

En sexto lugar está la paramita de la sabiduría. Mediante la sabiduría que proviene de la escucha, aprendemos a reconocer las emociones perturbadoras. Luego, con la sabiduría que procede de la reflexión y la contemplación, podemos superarlas temporalmente. Y, finalmente, con la sabiduría que proviene de la meditación, conquistamos completamente al enemigo —las emociones negativas— y logramos la certeza de conocer la realidad inexpresable e inconcebible con la sabiduría de la conciencia discriminadora.

Sin embargo, si no logras despertar en tu mente esta actitud altruista de la bodhicitta, nunca alcanzarás la iluminación, por muy positivas que sean tus acciones, y por mucho que evites la negatividad por tu propio bien.

El Bodhicaryāvatāra dice:

¿Qué necesidad hay de decir nada más?
Aquellos que son como niños obran por su beneficio propio,
mientras que los budas lo hacen por el beneficio de los demás.
Considerad tan sólo la diferencia entre ellos.

c. La meditación y recitación de Vajrasattva

En la práctica de Vajrasattva, los cuatro poderes deben estar completos.

El primero de ellos es el poder del soporte. Āḥ significa la naturaleza no nacida. Reflexiona acerca de cómo todos los fenómenos comprendidos en nuestra percepción dualista y corriente son vacíos, desprovistos de identidad propia y semejantes al cielo. Desde este estado, cuya esencia es clara y espaciosa, genera compasión por todos aquellos que no han comprendido esto. Luego, con el deseo de alcanzar la iluminación por el bien de todos los seres, visualízate en tu forma ordinaria. Considera que unas dieciocho pulgadas por encima de tu cabeza está un loto blanco. Si te guías por el comentario extenso [el Kunzang Lama’i Shelung], el loto tiene mil pétalos, mientras que según el comentario breve [de Jamyang Khyentse Wangpo], tiene ocho pétalos. Sobre éste, en el centro de un asiento de disco lunar, está la sílaba blanca Hūṃ, que se disuelve en luz y se convierte en tu propio lama raíz, con la forma de Vajrasattva. Es de un blanco brillante, con todos los adornos del saṃbhogakāya.

Está adornado con los trece ornamentos: los cinco ornamentos de seda (pañuelo para la cabeza, prenda de vestir superior, pañuelo largo, cinturón y prenda de vestir inferior) y los ocho ornamentos enjoyados: corona, pendientes, gargantilla corta, brazaletes, dos gargantillas largas (una más larga que la otra), pulseras, tobilleras y anillos.

Sus piernas están cruzadas en la postura vajra. Su mano derecha sostiene un vajra en su corazón, y la izquierda sostiene una campana apoyada en su cadera. Su consorte, la blanca Vajragarva (Dorje Ñemma) tiene las piernas cruzadas en la postura del loto y abraza a Vajrasattva.

Considera que sus cuerpos aparecen vívida y claramente, y al mismo tiempo carecen de cualquier realidad verdadera, como reflejos en un espejo.

Después, comprendiendo que es al confiar en ti, Lama Vajrasattva, y tomándote como refugio y soporte con una fe inquebrantable, que todas nuestras acciones negativas serán purificadas, te rogamos: «¡Cuida de mí y de todos los demás seres! ¡Ayúdanos! ¡Purifica todas nuestras acciones negativas y oscurecimientos!» Reza de esta manera con una devoción tan intensa que broten lágrimas de tus ojos.

El segundo es el poder del arrepentimiento. Reflexiona sobre cómo, a lo largo de todas tus vidas, desde los tiempos sin principio hasta este mismo momento, has acumulado acciones negativas con tu cuerpo, habla y mente. También en esta vida has cometido acciones intrínsecamente negativas, tales como las diez acciones no virtuosas, así como «actos negativos proscritos», que son todas las transgresiones de los votos del pratimokṣa, de los bodhisattvas y del Mantrayāna.

Con el más profundo arrepentimiento, como alguien que acaba de tragar veneno, reconoce todas tus acciones negativas «sin ocultar ni disimular ni una sola». Sin ni siquiera pensar en mantener secretas tus acciones negativas, confiésalas abiertamente, diciéndote a ti mismo: «He cometido esta acción negativa. He actuado incorrectamente de esta manera. He hecho esto y aquello.»

De igual modo que, si somos culpables de un delito como el homicidio, la sociedad nos hace declarar nuestro arrepentimiento y luego pagar una compensación, aquí, también, debemos confesar nuestras acciones negativas del pasado y luego comprometernos a no volver a repetirlas.

El tercero es el poder de la resolución, o el poder de dejar atrás tus faltas y conductas erróneas. En el pasado has acumulado toda clase de acciones negativas debido a la ignorancia, falta de respeto, temeridad y emociones turbulentas. Pero ahora, por la bondad de tu maestro espiritual, has comprendido los beneficios de las acciones positivas y los perjuicios de las acciones negativas. Así que, de ahora en adelante, aunque en ello te vaya la vida, comprométete a abstenerte de toda acción dañina.

El cuarto es el poder de la acción como antídoto. De hecho, cualquier acción virtuosa y positiva podría funcionar como antídoto a la negatividad; pero en esta práctica nos concentramos en visualizar la deidad y recitar el mantra.

El texto dice:

En el corazón de Vajrasattva, sobre una luna llena, está la letra Hūṃ, rodeada por la guirnalda de las letras del mantra de las cien sílabas. La recitación de las cien sílabas del mantra hace que de la guirnalda del mantra se emanen rayos de luz, que invocan su mente de sabiduría. Desde el punto de unión del juego de dicha y vacuidad del yab-yum, una nube de néctar, cuya naturaleza es la bodhicitta, baja fluyendo como un torrente de leche (o alcanfor) y entra en mi cuerpo por la parte superior de la cabeza, y a la vez en las cabezas de todos los seres sensibles de los tres mundos. Con esto, mi karma negativo pasado y mis emociones destructivas más inmediatas —las causas del sufrimiento— son purificados.

Todas las enfermedades se expulsan a través de los poros de la piel y los dos orificios inferiores de tu cuerpo, en forma de pus y sangre. Todas las influencias dañinas (dön) se expulsan en forma de animales tales como arañas, escorpiones y serpientes. Todas las acciones negativas y los oscurecimientos son expulsados en forma de líquido negro, de humo y de hollín. El suelo bajo tus pies se abre para revelar la presencia de Yama, el Señor de la Muerte, rodeado de su séquito de registradores de deudas kármicas. El flujo de todas las impurezas se vierte en sus bocas abiertas, y ellos quedan satisfechos. Todas tus deudas kármicas quedan saldadas y se evita la muerte prematura. Yama se gira de vuelta; la tierra se cierra de nuevo.

Reza para que todos tus errores e imperfecciones, tales como las faltas de las diez acciones dañinas, que son negativas por su propia naturaleza; las transgresiones (infracciones de la disciplina); y los bloqueos debidos al quebrantamiento del samaya, sean completamente purificados, hasta que no quede ni uno solo por purificar.

Recita el mantra de las cien sílabas considerando que, como resultado de tu fe inquebrantable, tu cuerpo se vuelve claro y diáfano por dentro y por fuera, como una vasija de cristal llena de leche. A medida que se llena de néctar, recibes las cuatro transmisiones de poder, y la sabiduría de las cuatro dichas surge en tu continuo mental.

Implora a tu maestro como un niño que llama a su madre. Decimos las palabras, «¡Oh protector!» porque el maestro sirve a todos los seres como su refugio y protector. «Dominado por la ignorancia y el engaño, sin conocer los beneficios de las acciones positivas y los defectos de las negativas, he corrompido y quebrantado mis samayas. ¡Lama protector, sé mi refugio, y protégeme de la experiencia del sufrimiento! Figura principal de todos los mandalas, personificación de todos los budas, Guru Vajradhara, tú eres la encarnación de la gran compasión. Guía y líder de todos los seres vivos, hasta que alcance la iluminación, ¡en ti me refugio!»

Existen veintisiete samayas raíz de cuerpo, habla y mente.[6] En primer lugar hay tres grupos de tres samayas relacionados con el cuerpo. Los tres externos son: abandonar el robo, la conducta sexual incorrecta y el quitar la vida. Los tres internos son: no maltratar a tu padre o a tu madre, a tus hermanos y hermanas del vajra ni a tu propio cuerpo; no denigrar el Dharma, abusar de otros individuos o golpear tu propio cuerpo; y no obligarte a ti mismo a sufrir los padecimientos de la disciplina ascética extrema. Los tres samayas secretos son: no golpear el cuerpo de un hermano o hermana del vajra o criticar sus atavíos; no golpear a tus hermanas vajra o hacer insinuaciones sexuales a la consorte del lama; y no pisar la sombra del lama o actuar descuidadamente con tu cuerpo y habla en su presencia.

Hay tres grupos de votos relacionados con el habla. Los tres externos son abandonar la mentira, la calumnia y las palabras ofensivas. Los tres internos son no hablar desdeñosamente de quienes enseñan el Dharma, contemplan su significado, o meditan en el estado natural. Los tres secretos son no despreciar las palabras de tus hermanos y hermanas del vajra, de aquellos que están en el séquito del maestro, o el propio maestro.

Hay tres grupos de tres votos relacionados con la mente. Los tres externos son abandonar la malicia, la codicia y los puntos de vista erróneos. Los tres internos son abandonar la negligencia en la conducta, el letargo y la agitación en la meditación, y el aferramiento a cualquier visión eternalista o nihilista. Los tres secretos son tener en mente la visión, meditación y acción a lo largo de cada sesión de práctica; recordar la deidad yidam; y tener fe en el maestro y amor por tus hermanos y hermanas del vajra.

Existen veinticinco samayas rama, o secundarios.[7] En primer lugar hay cinco cosas que es necesario reconocer: los cinco agregados, los cinco elementos, las cinco facultades, las cinco conciencias y sus cinco objetos deben ser reconocidos como el mandala de las deidades de las tres sedes.[8] Una vez reconocidos estos, están los cinco que deben ser realizados: la familia vajra, la familia ratna, la familia padma, la familia karma y la familia tathāgata. En el momento del logro hay cinco substancias que deben ser aceptadas: las heces, la orina, la sangre, el semen y el tuétano. Existen cinco señales de «calor» en la práctica que no deben ser rechazadas: la transformación de los cinco venenos, que maduran en las cinco sabidurías. Y cuando se han manifestado las señales en el camino, hay cinco cosas que debemos practicar: las tres acciones [negativas] del cuerpo, así como la mentira y el cotilleo. Practícalos a fin de asegurar el beneficio de los demás.

«¡Confieso todos mis deterioros de estos votos! Te imploro: haz que mis acciones negativas causadas por las emociones perturbadoras, mis oscurecimientos cognitivos, y todos mis fallos o quebrantamientos (explicados más arriba), ¡que todas mis faltas se limpien y purifiquen por completo!

Al confesar y tomar la determinación de esta manera, con los cuatro poderes al completo, Vajrasattva se complace y, sonriendo, te dice: «Hijo o hija de una familia iluminada, tus acciones negativas, oscurecimientos, faltas y quebrantamientos han sido todos purificados.» Concediéndome su perdón, se funde en luz y se disuelve en ti. Con esto, tú también te conviertes en Vajrasattva, visible pero vacío, como un reflejo en un espejo. En tu corazón, sobre una luna llena, está la sílaba Hūṃ, alrededor de la cual las cuatro sílabas «Oṃ Vajra Sattva», brillantes y resplandecientes, emanan rayos de luz de cinco colores. En la punta de cada rayo de luz aparecen diosas de ofrendas sosteniendo en sus manos infinidades de sustancias de ofrenda, tales como los ocho símbolos auspiciosos, y ofreciéndolas a los budas y bodhisattvas de las diez direcciones. Estos, complacidos, envían de vuelta sus bendiciones y siddhis en forma de rayos de luz de cinco colores, que se disuelven en ti. Desde la guirnalda del mantra se vuelven a emanar rayos de luz, transformando el entorno exterior en la tierra pura de Abhirati («Alegría Manifiesta»), y haciendo que todos los seres asuman la naturaleza del cuerpo, habla y mente iluminados de Vajrasattva. Con esto en mente, recita el mantra.

Al final de la sesión, el entorno externo se disuelve en los cuerpos de los Vajrasattvas contenidos en él. Todos sus cuerpos se disuelven en ti. Tú también te fundes en luz, que se absorbe a su vez en la guirnalda del mantra. El mantra se disuelve en la letra Hūṃ. Finalmente, la sílaba Hūṃ se disuelve gradualmente, comenzando con el shyabkyu (el signo de la vocal), y reposas en el estado de śūnyatā.

Luego, en un instante, visualizas una vez más el entorno como el reino puro y los seres como Vajrasattvas; dedicas el mérito y haces aspiraciones.

Cuando hagas esta práctica de visualización y recitación, es de vital importancia no interrumpir la recitación con el habla ordinaria y no permitir que la mente se distraiga. Como se dice en los tantras:

Si careces del samādhi meditativo,
eres como una piedra en las profundidades del océano:
puedes recitar el mantra durante eones,
pero aún así no producirá ningún resultado.

No obstante, si haces la práctica con la actitud de la bodhicitta y con los cuatro poderes al completo, incluso las acciones negativas más graves serán purificadas. Tal como dijo Śāntideva:

Como el gran fuego del final de los tiempos,
en un instante aniquilará las acciones dañinas.

d. La ofrenda del mandala

Tu práctica se debe apoyar en los principios de «bien al principio, bien en la parte principal y bien al final.»

Si estás acumulando la práctica y tienes un mandala de logros, úntalo con bajung y agua azafranada, dispón los cinco montones [de gemas, medicinas o arroz] y colócalo sobre tu altar. Si no tienes un mandala de logros, visualiza el campo de mérito como hiciste antes.

El mejor material para el mandala de ofrenda es el metal precioso; en segundo lugar otros metales, como el que se utiliza para hacer campanas, y como último recurso puede ser la piedra o la madera. Utiliza uno u otro según tus recursos.

La mejor sustancia de ofrenda son las piedras preciosas; en segundo lugar las medicinas y, en el peor de los casos, puedes utilizar cereales como cebada o arroz, limpios y lavados con agua azafranada.

Limpia el mandala frotándolo una y otra vez y úntalo con agua azafranada y con bajung. A continuación ofreces el Mandala de los treinta y siete puntos, como se suele hacer.

En este contexto particular, ofrecemos lo que se conoce como el Mandala Trikāya.

Oṃ, Āḥ y Hūṃ ya se explicaron antes.

i. Nirmāṇakāya

Los cuatro continentes, con el Monte Meru y los reinos de los dioses hasta la Morada de Brahma, constituyen un solo reino. Multiplicándolo por mil, llegamos a lo que se conoce como «un universo de primer orden de mil mundos». Multiplicándolo de nuevo por mil obtenemos un «universo intermedio de mil veces mil mundos». Si cuentas mil de estos, llegas a lo que se denomina «un universo de mil millones [de mundos]», o cien veces diez millones de mundos.

Este universo de mil millones de mundos está repleto con las «siete gemas preciosas» y todas las riquezas de los dioses, nagas y seres humanos: tanto las que tienen dueño como las riquezas naturales que nadie posee. Visualiza el universo entero lleno de piedras preciosas y demás y, a continuación, considera también tu cuerpo, tus posesiones y todas tus fuentes de mérito —las tres bases del aferramiento al «yo»—, y ofrécelas completamente una y otra vez. Reza para que, como resultado, puedas girar la rueda del Dharma, tal como hizo el Buda Śākyamuni.

ii. Saṃbhogakāya

El reino puro inconcebible del saṃbhogakāya es el paraíso más elevado porque está por encima de los reinos del nirmāṇakāya, y es un lugar de gran dicha, porque la dicha y vacuidad son indivisibles en la mente de los seres que allí moran. Se lo conoce como Tukpo Köpa («Densamente dispuesto») porque está más allá de toda medida y es perfecto con las cinco certezas. El lugar cierto es el reino puro de Ghanavyūha o Tukpo Köpa. Los maestros certeros son los budas de las cinco familias; la enseñanza cierta es la del Mahāyāna, o aquello que trasciende todo símbolo o expresión. La audiencia cierta está formada por bodhisattvas del décimo bhūmi; y el tiempo cierto es la rueda de la eternidad, que gira perpetuamente.

Visualiza este mandala de los budas de las cinco familias y considera que innumerables diosas de ofrendas, como las diosas de la belleza y demás, aparecen en su interior. Todo el espacio se llena de nubes inconcebiblemente vastas de ofrendas de todas las variedades de estimulantes sensoriales y emocionales. Reza para que, por esta ofrenda, puedas disfrutar de la perfección de las tierras puras del saṃbhogakāya.

iii. Dharmakāya

«Donde toda apariencia y existencia son completamente puras» significa que no caemos en la fijación de considerar el universo externo e interno —el entorno y los seres— como sólidos y reales. Por el contrario, todo es vasto, amplio y profundamente espacioso. Puesto que la esencia del dharmakāya trasciende todo nacimiento o muerte, se la describe como juvenil y, puesto que hay una claridad que proviene de su aspecto cognoscitivo, se la denomina cuerpo de la vasija.

Cuando esta mente de sabiduría del dharmakāya se toma como la base del mandala, los ornamentos del dharmakāya son todos los pensamientos que surgen, que se manifiestan a partir de la energía dinámica y del juego de la vacuidad del dharmatā y de la compasión incesante, sin la mancha de las emociones perturbadoras.

Cualquier aferramiento a la percepción de kāyas y tiklés, como puede ocurrir desde la etapa del «aumento de la experiencia» [la segunda de las cuatro visiones del tögal] hasta la «conciencia que alcanza la plena madurez» [la tercera visión], se libera de forma natural.

Reza para que, por esta ofrenda, cuyos montones representan la energía dinámica del dharmakāya, puedas alcanzar el nivel del dharmakāya y disfrutar la libertad de la realidad del dharmakāya.

e. La acumulación del kusāli

La palabra «kusāli» significa mendigo. Los ermitaños y los renunciantes que carecen de otras posesiones, ofrecen su propio cuerpo. Puesto que apreciamos más nuestro propio cuerpo que cualquier otra pertenencia, hacer de él una ofrenda conlleva también un mayor beneficio. Tal como se dice:

Ofrecer tu caballo o tu elefante vale como cientos de otras ofrendas;
ofrecer tu hijo o tu esposa vale como miles;
ofrecer tu propio cuerpo vale como cientos de miles.

Jetsün Milarepa explicó así el significado de la sílaba Phaṭ:

El Phaṭ externo reúne los pensamientos dispersos.
El Phaṭ interno disipa la opacidad de la conciencia.
El Phaṭ último es descansar en la condición natural.

Al abandonar todos los pensamientos de aferramiento a un «yo» y de apego a este cuerpo que tanto aprecio, las fuerzas demoníacas de la seducción por el deseo (el «Māra del hijo de los dioses») son destruidas. Tu conciencia se convierte en una esfera de luz que sale disparada por la «apertura de Brahma», en tu coronilla, al espacio que todo lo abarca. Para destruir la fuerza demoníaca de la muerte (el «Māra del Señor de la muerte»), tu conciencia se transforma inmediatamente en Tröma Nakmo, que sostiene un cuchillo curvo en la mano derecha y un cáliz de cráneo en la izquierda. Por detrás de su oreja derecha sobresale la cabeza de una cerda.

Con su mano derecha usa un cuchillo curvo, que simboliza la destrucción de la fuerzas demoníaca de las emociones conflictiva (el «Māra de las emociones perturbadoras») para rebanar la parte superior de tu cráneo y destruir la fuerza demoníaca de los agregados del ego (el «Māra de los skandhas»). Con su mano izquierda sostiene el cáliz de cráneo, para desempeñar su actividad, y lo coloca al fuego sobre tres cabezas humanas, que internamente representan los tres kāyas, cada una tan grande como el Monte Meru. El cáliz de cráneo se sitúa de forma que el arco ciliar está orientado hacia ti. Seguidamente vierte el cadáver, convertido ahora en una ofrenda tan vasta como mil millones de mundos, en el interior del cáliz con el cuchillo curvo en su mano derecha.

Debajo del cáliz de cráneo, el trazo de una letra A arde con fuego de sabiduría; el néctar se funde y gotea desde una sílaba Haṃ blanca e invertida situada encima del cáliz. Considera que todas las impurezas se purifican con Oṃ, las ofrendas se multiplican con Āḥ y se transforman con Hūṃ en grandes nubes de ofrendas del «tesoro del espacio», cuya esencia es néctar de sabiduría, pero que se manifiestan en forma de todo lo que los seres puedan desear.

Recita Oṃ Āḥ Hūṃ tantas veces como puedas.

A continuación visualiza el campo de mérito, igual que en la práctica de refugio. A su alrededor están todos los seres de las seis clases, encabezados por aquellos que te causarían daño. De tu corazón emanas innumerables diosas de ofrenda. El festín blanco es el néctar inmaculado ofrecido por las diosas a los invitados allá en lo alto, que quedan complacidos y satisfechos. Del vapor que surge de este néctar hirviente se emanan inconcebibles sustancias de ofrenda: las cinco ofrendas tales como flores, los cinco placeres sensoriales tales como formas visibles, los ocho símbolos auspiciosos, los siete emblemas de la realeza, las cinco carnes y los cinco néctares. Este es el festín variado y su ofrenda complace a los invitados, por lo que se reúnen las dos acumulaciones de mérito y sabiduría y, como logro del siddhi supremo, tu mente alcanza la perfección de los dos tipos de bodhicitta. También obtienes los logros comunes de larga vida, mayor mérito y demás.

Para los invitados de abajo —los seres de las seis clases del saṃsāra— las ḍākinīs toman el néctar del cáliz de cráneo y lo esparcen, de modo que cae del cielo como lluvia. Considera que todos los seres sensibles toman un poco de este néctar y se sienten satisfechos. Para el festín variado, considera los seres de las seis clases reciben todo cuanto puedan desear como una lluvia que cae del cielo, y que así se sienten satisfechos y complacidos. Los acreedores con los que tienes deudas kármicas, que te acortan la vida por haber matado, que te infestan con enfermedades por haber atacado y golpeado a otros y que te hacen pobre por haber robado, reciben todo cuanto desean: alimentos, ropas, casas, tierras y demás. Mientras disfrutan de estas ofrendas, considera que todas tus deudas han sido saldadas.

En particular, piensa en las ochenta mil clases de demonios jungpo que crean obstáculos para ti y que hacen daño a los seres sensibles, junto con los tullidos, los ciegos, los sordos y los mudos, que se reúnen con la esperanza de recibir las sobras. A todas las influencias dañinas y fuerzas obstructoras hambrientas de carne y de sangre, dedícales montañas de carne, océanos de sangre y grandes montones de huesos apilados como las riberas de un río, imaginando que tiene la cualidad de la carne y la sangre de un brahmán del séptimo nacimiento.[9] Considera que esto las satisface físicamente y que en su mente desarrollan la actitud de la bodhicitta. Luego los invitados restantes reciben y disfrutan de alimentos, ropas y todo cuanto puedan desear. Los tullidos reciben miembros con poderes milagrosos. Los ciegos obtienen el ojo de la sabiduría. Los sordos escuchan sonidos inmaculados. Los mudos reciben la lengua de la inteligencia, y demás. De esta forma, todos los débiles y desfavorecidos quedan satisfechos.

Por el mérito y la virtud de todo esto, todas las enfermedades que achacan el cuerpo, todas las emociones conflictivas que perturban la mente, todas las influencias destructivas y los obstáculos quedan pacificados en el espacio que todo lo abarca. Las circunstancias dañinas que están en conflicto con el Dharma, todos los apegos egoístas a riquezas y posesiones, así como los pensamientos de aferramiento al «yo» se desintegran.

Finalmente, la ofrenda del cuerpo, así como la mente que la ofrece y los invitados a quienes se la ofrece, todos se disuelven en la naturaleza de Dzogpachenpo, la naturaleza fundamental de tu mente, en la que no queda ningún aferramiento a ellos como algo real, sino que se los ve como ilusorios y semejantes a un sueño. Este es el estado de śūnyatā. Mientras descansas en esta gran simplicidad, sella la práctica en la esfera de la realidad intrínseca —el dharmadhātu— con la sílaba Āḥ.

A menos que te esfuerces en completar las acumulaciones y purificar los oscurecimientos por medio de prácticas como esta, nunca lograrás la experiencia meditativa o la realización.

El Tesoro de canciones de realización (Dohas) dice:

La sabiduría coemergente y última sólo puede venir
de haber reunido las acumulaciones y de haber purificado los oscurecimientos,
y por las bendiciones de un maestro realizado.
Sería insensato confiar en cualquier otro método.

f. Guru Yoga

El Guru Yoga, la práctica que otorga bendiciones inmediatas, consta de tres secciones.

i. Visualización del campo de mérito

Emaho es una expresión de maravilla y de sorpresa. ¿Qué es tan maravillosos y sorprendente?

Guru Rimpoché, el Maestro precioso de Orgyen, no estuvo manchado por un nacimiento corriente, sino que nació milagrosamente del Lago de Leche en el noroeste[10] de Oḍḍiyāna. Más tarde, en la India y en el Tibet, subyugó a espíritus y demonios arrogantes y actuó como regente del Budadharma. Finalmente alcanzó el cuerpo vajra inmortal y viajó al sureste, a la isla de los rākṣasas, donde ahora reside, tras haber establecido allí las enseñanzas y haber transformado el lugar en un reino puro. Esto es maravilloso y sorprendente.

No percibas en lugar donde estás como algo ordinario, creado por el esfuerzo fatigoso. Considéralo, por el contrario, como un reino puro que se manifiesta de forma espontánea y natural por las bendiciones de Orgyen Rimpoché. Aunque se dice generalmente que éste es un reino del nirmāṇakāya para domar a los seres, para el que tiene una percepción extraordinaria este es un reino de infinita pureza, un paraíso del dharmakāya, del saṃbhogakāya y del nirmāṇakāya.

En la Oración de aspiración a la Montaña gloriosa de color de cobre,[11] los nueve versos que van desde «Un despliegue espontáneo...» hasta «emanando nubes de ofrendas…» establecen el reino del nirmāṇakāya. Luego el verso que comienza con «Encima se encuentra el palacio ilimitado del saṃbhogakāya…» establece el reino del saṃbhogakāya; y el que empieza por «En lo alto, en la tierra pura y gozosa del dharmakāya», establece el dharmakāya.

Este reino de tres kāyas, dispuesto con perfecto y completo detalle, es la Gloriosa Montaña de Color de Cobre y aquí, en el centro mismo de un palacio, está tu propio cuerpo, cuya naturaleza es esencialmente Yeshe Tsogyal, pero que se manifiesta con la forma de Vajrayoginī.

Tiene un rostro y dos manos y su cuerpo es de un rojo intenso y brillante. Si sigues el comentario de Jamyang Khyentse Wangpo, sostiene un cuchillo curvo en la mano derecha y en la izquierda un cáliz de cráneo lleno de sangre. Según el comentario de Patrul Rimpoché, con la mano derecha toca un tambor de cráneo, mientras que con la izquierda sostiene un cuchillo curvo apoyado en su cadera. Está de pie con sus dos pies posados con gracia, con la pierna izquierda ligeramente doblada hacia adentro, y viste ornamentos de seda y de huesos. Sus tres ojos miran al cielo con devoción.

En el cielo directamente sobre tu coronilla (según el comentario de Patrul Rimpoché), o en el espacio a la altura tu coronilla y mirando hacia a ti (según Jamyang Khyentse Wangpo), sentado sobre discos de sol y de luna y sobre un loto de mil pétalos de colores, se halla la encarnación de todas las fuentes de refugio, inseparable de tu propio maestro raíz, en forma del Nirmāṇakāya, «El Vajra Nacido del Lago».

Su tez es blanca con un matiz rojo y tiene la apariencia juvenil de un niño de ocho años. Viste la toga azul oscuro del practicante del mantra, el manto rojo y amarillo de un monje, la capa granate de un rey y la túnica roja y las ropas blancas y secretas de un bodhisattva. Tiene un rostro y dos manos y está sentado en la postura real. En la mano derecha sostiene un vajra a la altura del corazón, mientras que en la izquierda sostiene un cáliz de cráneo, que en su centro contiene la vasija de la inmortalidad, llena del néctar de la sabiduría inmortal.

Sobre la cabeza lleva el sombrero de loto de cinco pétalos, con tres puntas que simbolizan los tres kāyas, cinco colores que simbolizan los cinco kāyas, un sol y una luna que simbolizan los medios hábiles y la sabiduría, un remate con un vajra para simbolizar el samādhi inamovible y una pluma de buitre para representar el logro de la visión más elevada.

Acunada en su brazo izquierdo sostiene a la «consorte suprema», Mandāravā, que despierta la sabiduría de dicha y vacuidad, oculta en la forma del tridente khaṭvāṅga. Las tres puntas del tridente simbolizan la esencia, la naturaleza y la energía compasiva. Tres cabezas cortadas (una fresca, una seca y una podrida), simbolizan el dharmakāya, el saṃbhogakāya y el nirmāṇakāya. Nueve anillas de hierro representan los nueve yānas, y cintas de seda de cinco colores simbolizan las cinco sabidurías. El khaṭvāṅga también está adornado con mechones de cabello de mamos y ḍākinīs, vivas y muertas, como señal de que han sido subyugadas.

Preside en medio de un aura centelleante de rayos y anillos de luz de arco iris. A su alrededor, rodeados de una bella retícula de luz blanca, azul, amarilla, roja y verde, están el rey Trisong Detsen, los veinticinco discípulos, todos los paṇḍitas y mahāpaṇḍitas de la India, como Vimalamitra, los ocho mahāsiddhas y todos los grandes sabios y vidyādharas consumados del Tibet.

También están presentes las deidades yidam pacíficas y airadas asociadas a las cuatro clases de tantras; los ḍākas y ḍākinīs de las tres moradas, y una asamblea, tan vasta como el océano, de dharmapālas, guardianes y protectores que guardan el samaya. Todos están reunidos como nubes arremolinadas.

Todas las deidades aparecen vívida y claramente, como los reflejos en un espejo. Visualízalas en el estado de la gran igualdad de la claridad y vacuidad, haciendo así cesar todas tus percepciones ordinarias.

A continuación, para invocar a los jñānasattvas, la fe y la devoción son en extremo importantes. Igual como el reflejo de la luna aparecerá de manera automática en un estanque de aguas claras y tranquilas, las deidades de sabiduría permanecerán inseparables de todo aquél que tenga fe.

En los sūtras se dice:

Para todos los que tengan fe en mí, yo, el sabio permaneceré junto a ellos.

Y el Kathang dice:

Cuando me rezas, yo, Padmākara, estoy ahí.

También está la historia de Magata Zangmo, que con fe inquebrantable recitó oraciones al Buda, como la que comienza por: «Protector de todos los seres sin excepción…» durante un mes entero. Como fruto de sus oraciones, el Buda se le apareció al instante en el cielo, ante su casa, junto a una asamblea de arhats. Recordando historias como esta, genera una devoción intensa y ferviente.

La oración de siete líneas

Hūṃ es una expresión de magnetismo y un medio hábil para invocar la mente de sabiduría de los jñānasattvas.

El lugar donde nació el Maestro Precioso fue el noroeste de la tierra de Oḍḍiyāna. Allí, en el Lago de Leche, cuyas aguas tienen las ocho cualidades de la pureza, nació con la forma de un niño de ocho años en el corazón de una flor de loto. El rey de Oḍḍiyāna se percató de que estaba dotado de los más maravillosos logros y le invitó a su palacio. Puesto que había nacido en el corazón de un loto, se le conoció como el «Nacido del Loto». En el momento de nacer estaba rodeado por una multitud de ḍākinīs. Mientras sigues los pasos de este maestro maravilloso, haz el voto de practicar hasta que alcances su nivel de realización. Reza para que, así como en el pasado llegó al palacio del rey de Oḍḍiyāna, ahora venga y te inspire con sus bendiciones.

Guru significa maestro. Padma significa que es una emanación de Amitābha, ya que éste pertenece a la familia búdica del habla del loto. Siddhi da fe de sus logros y Hūṃ se refiere a «reunir». Juntas significan: «¡Reúne los logros del Maestro de Loto!».

Rezar de este modo, sin la menor hipocresía, hará que Orgyen Pema Tötreng Tsal y todas las deidades de las tres raíces acudan desde la tierra pura de Ngayab Palri y desciendan como la lluvia, fundiéndose inseparablemente con los samayasattvas.

ii. La práctica de las siete ramas

La práctica de las siete ramas (o los siete aspectos de la práctica devocional) incorpora todos los puntos clave para reunir de las acumulaciones.

La primera rama es la postración, que es el antídoto del orgullo. Hrīḥ es la semilla o base de la que se manifiesta la ofrenda de la postración. Así pues, con Hrīḥ emanas tantos cuerpos como átomos hay. Tras crear todas estas emanaciones, dices «te ofrezco postraciones» y consideras que te postras junto a todos los seres de los tres reinos, expresando respeto con tu cuerpo, habla y mente.

Mientras tocas con las palmas de las manos los tres centros de tu cuerpo, todos los oscurecimientos e impurezas de tu cuerpo, habla y mente quedan purificados. Según tocas el suelo con los cinco puntos de tu cuerpo, se purifican los oscurecimientos de las cinco emociones perturbadoras y recibes las bendiciones del cuerpo, habla, mente, cualidades y actividades iluminadas.

Cuando ofreces postraciones no es correcto hacerlas torcidas, sin enderezarte del todo o balanceando los brazos. Se dice que practicar así sólo hará que renazcas como un jorobado.

La segunda rama es la ofrenda, que es el antídoto a la tacañería. Dispón algunas ofrendas limpias como objeto de tu práctica y ofrécelas con motivación pura, sin ningún rastro de avaricia, hipocresía, o pretensión. Luego crea ofrendas en tu mente por el poder del samādhi. Visualiza el entorno exterior como un gran palacio celestial hecho de los siete materiales preciosos, con hermosos jardines y parques, dentro de los cuales todos los objetos materiales aparecen como las cinco ofrendas (flores y demás), los ocho símbolos auspiciosos, los ocho emblemas de la realeza y las dieciséis diosas de ofrendas.

Todas estas ofrendas colman la totalidad del espacio y se extienden por todas las tierras puras de los budas y los bodhisattvas. Séllalas con el gesto de ofrecimiento, como en las nubes de ofrendas del Bodhisattva Samantabhadra, y ofrécelas.

La tercera rama es la confesión, que debe implicar los cuatro poderes. Para el poder del soporte, confía en el campo de mérito como método para purificar las acciones dañinas. Para el poder del arrepentimiento, genera remordimiento por todas las acciones negativas que has acumulado, incluidas las diez acciones no virtuosas (las tres del cuerpo, las cuatro del habla y las tres de la mente). Siente tanto arrepentimiento como si acabaras de tragar veneno. Para el poder de la resolución, haz el voto de no volver a repetirlas en el futuro.

Para el poder de la acción como antídoto, considera que todas tus acciones dañinas y tus oscurecimientos, así como los de los demás seres sensibles, se reúnen en forma de un grano negro sobre la punta de tu lengua. Del campo de mérito emanan rayos de luz que alcanzan este grano y lo purifican, como una mancha que se lava completamente.

La forma última y definitiva de confesar y purificar es descansar en la luminosidad del dharmakāya, sin aferrarse a las tres esferas (de sujeto, objeto y actividad) como si fueran reales o verdaderas.

La cuarta rama es el regocijo, que es el antídoto de la envidia. Regocíjate por todas las virtudes acumuladas por ti y por los demás, tanto las que se llevan a cabo observando la realidad relativa de causa y efecto, como las que conciernen a la verdad absoluta, como en las prácticas de vacuidad y ausencia de ego.

De esta forma puedes acumular grandes oleadas de mérito sin tener que forzar el cuerpo ni la voz, ni gastar tus bienes en ofrendas. En los tiempos pasados, cuando una mendiga anciana se regocijó desde el fondo de su corazón ante las ofrendas realizadas por el rey Prasenajit al Buda y a sus discípulos durante más de cuatro meses, se dice que su mérito fue más grande incluso que el del rey.

De forma semejante, alegrarte por acciones negativas hará que acumules faltas. Por tanto, no confundas lo que hay que adoptar con lo que hay que abandonar.

Tanto la quinta rama (pedir que se gire la rueda del Dharma) como la sexta (pedir a los Nobles Seres que no entren en el nirvāṇa) actúan como antídotos para el engaño.

Si no hubiera nadie que nos enseñara el Dharma, seríamos como ciegos abandonados en el desierto. No tendríamos ninguna oportunidad de liberarnos del saṃsāra.

Así pues, multiplica tu cuerpo y preséntate a los pies de todos los budas, los bodhisattvas y los maestros espirituales que tienen la capacidad de enseñar pero no lo hacen. Ofréceles ruedas y conchas marinas, e igual como Brahma e Indra en el pasado lo pidieron al Buda, pídeles que giren la rueda del Dharma de los tres yānas —los vehículos de los śrāvakas, pratyekabudas y bodhisattvas— de acuerdo con la receptividad y las necesidades de los diferentes seres.

A continuación, reza ante los budas y bodhisattvas que quieren pasar al nirvāṇa, como hizo el laico Cunda en el pasado. Multiplica tu cuerpo innumerables veces y reza con estas palabras: «Hasta que el saṃsāra esté completamente vacío y todos los seres se hayan liberado, os ruego que no entréis en el nirvāṇa, sino que permanezcáis aquí entre nosotros.»

La séptima rama es la de la dedicatoria. Considera que la virtud que has acumulado representa todos los méritos y las acciones positivas acumuladas por ti y por los demás a lo largo del pasado, el presente y el futuro. Dedícalo todo para que todos los seres alcancen la suprema iluminación.

Recuerda que no sólo la virtud que has acumulado es ilusoria y semejante a un sueño, sino que también lo son aquellos que la reciben. No aferrarse a las tres esferas de sujeto, objeto o acción como algo real es lo que se denomina estar «libre de referencia». Esto no significa meditar sobre un estado totalmente vacío, lo cual sería una visión nihilista y es algo que debes evitar.

En general, se dice que cuando nos disponemos a realizar cualquier acción virtuosa, primero debemos generar la motivación de la bodhicitta, luego llevar a cabo la acción positiva con una sabiduría libre de todo aferramiento, y finalmente sellarla con la dedicatoria ilusoria.

Todas las acciones que se apoyan en estos tres nobles principios contribuyen a tu liberación y son causa de la iluminación. Si tus acciones carecen de los tres nobles principios, el mérito que obtienes no es más que mérito corriente, que da fruto una vez y después se agota. Las acciones virtuosas enmarcadas y apoyadas por los tres nobles principios siguen produciendo efectos beneficiosos cien veces sin agotarse nunca; por el contrario, siguen aumentando más y más. Como dijo Śāntideva:

El árbol de la bodhicitta siempre dará fruto y crecerá sin cesar.

iii. Oraciones y transmisiones de poder

A continuación viene una sección de oración ferviente, y la recepción de las transmisiones de poder del camino.

El logro de la liberación y de la omnisciencia depende de que realices en tu mente la sabiduría coemergente. Que este logro surja o no en tu mente depende de las bendiciones del maestro; y que recibas o no sus bendiciones depende de tu devoción.

Drikung Kyobpa Rimpoché, dijo:

A menos que el sol de la devoción brille
sobre la cima nevada de los cuatro kāyas del maestro,
nunca caerá la corriente de bendiciones.
Así pues, ¡esfuérzate por despertar la devoción en tu mente!

Y Rangrik Repa dijo:

Pretender alcanzar la sabiduría no conceptual,
sin orar al maestro precioso,
es como esperar que entre el sol en una cueva orientada al norte:
de esta forma, las apariencias y la mente nunca se unirán.

Llega a la firme conclusión de considerar que tu maestro raíz es igual a los budas en cuanto a sus cualidades, pero que los sobrepasa en su bondad.

En primer lugar está el logro del siddhi.

Je significa el señor del refugio para todos los seres. Tsün significa que no está manchado por las emociones negativas. Guru quiere decir lama, el inigualable. Rimpoché significa joya preciosa. Del mismo modo que una joya preciosa te proporciona todo cuanto necesitas y deseas, el maestro es la base de todo lo bueno y positivo hasta que alcances la iluminación.

Oramos, diciendo: «Tú eres la encarnación de la compasión y las bendiciones de todos los budas de las diez direcciones y de los tres tiempos.»

Como dice en la Ofrenda a los gurus (Lama Chöpa)[12] de Panchen Rimpoché:

Incluso un solo pelo de los poros de tu cuerpo, lo hemos alabado como nuestro campo de mérito que supera a los budas de las diez direcciones y de los tres tiempos. Señor del refugio… etc.

Y también:

Adornado con ruedas preciosas y con los tres kāyas de los sugatas, desde la red seductora de las apariencias, con medios hábiles, te manifiestas con forma ordinaria para guiar a todos los seres: ¡señor del refugio, maestro compasivo, a ti te rezamos!

A ti, «único protector de los seres: mi cuerpo, mis posesiones, mi alma y corazón, sin dudarlo ni un instante ni querer retener nada, a ti te los entrego. De ahora en adelante, hasta que alcance la iluminación, si me hallo en un estado de felicidad a medida que aumenta mi práctica de la virtud, aún cuando simplemente disfrute de una comida deliciosa, la reconoceré como la bondad del preciado maestro. Cuando sufra enfermedades e influencias destructivas, las veré como la actividad del lama, que me ayuda a agotar el karma negativo que podría llevarme a renacer en los reinos infernales. Reconoceré todas las circunstancias positivas como la bendición del maestro, y todas las desfavorables como el resultado de mis acciones pasadas. Cuando me halle en una posición elevada no me volveré arrogante, y cuando me encuentre en una posición baja no me desesperaré, aunque me vea reducido al nivel de un humilde mendigo. A todas horas, durante los seis períodos de la noche y el día,[13] en ti confiaré plenamente, oh Padmasambhava, considerándote inseparable de mi maestro raíz.

Recita esta oración con una devoción tan ferviente e intensa que se te pongan de punta los pelos del cuerpo, te salten las lágrimas y tus únicos pensamientos sean de tu maestro. Recita el mantra con mucha fuerza, como una invocación al maestro.

Después, recita una vez más la oración y sigue recitando el mantra como una práctica de aproximación.[14]

A continuación viene la invocación de los logros. Para ello reza con estas palabras:

¡No tengo a nadie más a quien recurrir, nadie en quien confiar sino en ti, maestro precioso! En estos tiempos de maldad, los seres del Kāliyuga —como yo mismo— nos hundimos en un pantano de sufrimiento intenso e insoportable. Estamos infestados de sufrimientos externos, como las enfermedades, influencias destructivas, enemigos hostiles y ladrones, y plagados de sufrimiento interno causado por las cinco emociones perturbadoras. Es como si estuviéramos atrapados entre las mandíbulas de una serpiente de mar venenosa. ¡Libéranos de todo eso, oh gran Guru! ¡Confiérenos las cuatro transmisiones de poder para que maduren nuestro cuerpo, habla y mente, oh bendito! ¡Dirige tu realización y tu experiencia hacia nuestras mentes, oh compasivo! ¡Purifica nuestros oscurecimientos emocionales y cognitivos, oh poderoso! ¡Tú que por tu realización liberaste tu propio ser, y que por tu gran compasión tienes la capacidad de liberar la mente de los demás, cuida de mí!

Reza de este modo y recita el mantra como práctica de aproximación.

El mantra comienza con las sílabas Oṃ, Āḥ y Hūṃ, que son las semillas de los tres vajras (de cuerpo, habla y mente). Vajra significa el dharmakāya, que está dotado de siete cualidades vajra.[15] Guru significa el saṃbhogakāya, que está dotado de cualidades insuperables. Padma representa el nirmāṇakāya, puesto que la conciencia intrínseca y radiante de la sabiduría del discernimiento surge como la familia del habla del loto. Considera que, por el poder de rezar desde un estado que reconoce la inseparabilidad de los tres kāyas, obtienes todos los logros supremos y comunes (Siddhi), mientras dices «Hūṃ» y piensas: «¡Concédemelos!»

Como alternativa, puedes considerar que Vajra es la esencia de la familia Vajra, Guru es la esencia de la familia Ratna, Padma es la esencia de la familia Padma, Siddhi es la esencia de la familia Karma y Hūṃ la esencia de la familia Tathāgata.

Mientras recitas el mantra, entrénate en percibir el entorno exterior como el reino puro de la Luz de Loto y todos los seres que hay en él como las deidades de las tres raíces. Deja que cualquier pensamiento que surja en tu mente se libere por sí mismo, sin dejar rastro alguno, como un pájaro que vuela por el cielo.

A continuación, antes de recibir las transmisiones de poder, vienen las oraciones a los maestro raíz y del linaje.

Emaho significa aquí que esta oración a Samantabhadra y a los demás maestros es maravillosa. El reino celestial del dharmakāya está libre de cualquier confín y no se limita a ninguna dirección en particular. Es inconmensurable y abarca todo el espacio; es aquí donde reside el Buda Primordial, Samantabhadra del dharmakāya. El juego de su sabiduría, como el reflejo de la luna en el agua, es Vajrasattva del saṃbhogakāya. (Samantabhadra es como la luna en el cielo y su emanación, Vajrasattva, es como el reflejo de la luna.) Perfecto, con todas sus marcas mayores y menores y sus cualidades búdicas, está Garab Dorje del nirmāṇakāya, la emanación de Vajrasattva. Reza a todos ellos, diciendo: ¡otorgadme vuestras bendiciones y transmisiones de poder liberadoras!

Śrī Siṃha es un maestro del tesoro del Dharma último. Mañjuśrīmitra es el regidor universal de las enseñanzas de los nueve yānas: el Vinaya, los Sūtras, y el Abhidharma; los tantras Kriyā, Cārya y Yoga, y las enseñanzas del Mahāyoga, Anuyoga, y Atiyoga.[16] Junto con Jñānasūtra y el gran paṇḍita Vimalamitra, ruégales con estas palabras: «¡Mostradme el camino para liberar mi mente! ¡Otorgadme las instrucciones esenciales y mostradme el camino a la liberación!»

Padmasambhava es el único ornamento de este mundo nuestro, porque su poder y su bondad son inconmensurables. Sus discípulos supremos de corazón son el rey Trisong Detsen, el súbdito Vairotsana y la compañera Yeshe Tsogyal. Longchen Rabjam Drime Özer reveló un vasto océano de tesoros de la mente de sabiduría del Maestro Precioso. Jigme Lingpa, fue el depositario de todas las enseñanzas directas de los linajes directo de la mente, simbólico y de la escucha, pero en especial del tesoro del espacio de las ḍākinīs. Rézales a todos ellos, diciendo: «¡Otorgadme el fruto de las instrucciones esenciales y concededme de inmediato el siddhi de liberar mi mente!»

La sabiduría, el amor compasivo y el poder espiritual de Jigme Lingpa son como un gran océano glorioso. Por medio de las tres clases de fe, Jigme Trinle Özer forjó un canal que conducía a estas cualidades de la mente de sabiduría de Jigme Lingpa, como si estuviera extrayendo agua del océano para hacer una alberca en la orilla, colmando así su propia mente de sabiduría. Este proceso se podría comparar con el de hacer un tsa-tsa con un molde. A su vez, igual que un campo se irriga extrayendo agua de una alberca, Jigme Trinle Özer Palbar saturó las mentes de sus discípulos afortunados con las cualidades que habían surgido en su propia mente de sabiduría. Así es como les llevó a la madurez. Rézale diciendo: «¡Que nunca desfallezcan en mí la fe y los compromisos del samaya, sino que sigan aumentando!»

Para que tu práctica del Dharma sea realmente genuina, es necesario tener verdadera renuncia por la existencia samsárica, y el deseo de alcanzar la liberación. Piensa en todo lo que has tenido que soportar en el transcurso de tus vidas sin principio, sintiendo verdadera revulsión, como una persona enferma del hígado al ver un plato de comida grasienta.

Debes confiar en tu lama vajra, el maestro definitivo, cuya mente es vacuidad y compasión y que logra el bien para sí mismo y para los demás, apreciándole como si fuera tus propios ojos. Sigue sus instrucciones al pie de la letra y abre tu corazón a las profundas prácticas que te da, no sólo de vez en cuando, sino con aplicación constante y diligente. Practica con diligencia infalible mientras vivas. Reza para que puedas volverte merecedor de la transmisión de su profunda mente de sabiduría, de manera que tu realización llegue a ser indivisible de la suya.

Reconoce con certeza que todo lo que aparece y existe —saṃsāra y nirvāṇa— es desde el principio mismo Akaniṣṭha, el reino puro de Luz de Loto. Todas las apariencias de formas visibles y objetos materiales se liberan en formas búdicas. Todos los sonidos, agradables o desagradables, se purifican en el mantra. Y todos los pensamientos emergentes maduran en el estado de luz clara de la realidad del dharmakāya.

Para alguien que ha integrado el significado de śūnyatā, ya no es necesario el esfuerzo de abandonar lo que es negativo y adoptar lo que es positivo. No hay ningún aferramiento a las cosas como si fueran reales. Todo cuanto ves, bueno o malo; todo cuanto oyes y cuanto piensas, surge del estado de vacuidad, para purificarse a su vez en el estado de vacuidad, como un pájaro que vuela por el cielo sin dejar rastro tras sí. Esta perfección es lo que llamamos «Gran Perfección» o Dzogpachenpo.

Como se dice en la Prajñāpāramitā:

La forma no tiene naturaleza verdadera, y lo que carece de naturaleza verdadera es inexpresable.

Y luego:

Las formas son semejantes a sueños e ilusorias.

Y también:

La forma está vacía de forma. El sonido está vacío de sonido.

Y así hasta:

La omnisciencia está vacía de omnisciencia.

No hay ni un sólo fenómeno perteneciente al saṃsāra o al nirvāṇa, desde las formas visibles hasta la omnisciencia misma, que esté más allá de la naturaleza de esta Gran Perfección o gran vacuidad.

Esta realidad última es el auto-resplandor de rigpa, que está más allá de cualquier experiencia del śamatha y de cualquier pensamiento o análisis mental del vipaśyanā. Reza para que puedas vislumbrar esta realidad desnuda del dharmatā, como el sol libre de nubes, con la sabiduría de la conciencia discriminadora.

El Sublime continuo dice:

La identidad interior de dharmakāya se ve con los ojos de la sabiduría.

Desde la perspectiva de los [cinco] caminos, esto corresponde al camino de la visión. Es el primero de los bhūmis de los bodhisattvas, y la primera de las cuatro visiones del tögal, la experiencia directa del dharmatā.

Luego, cuando te entrenas en la práctica de tögal, la realidad material se puede liberar en luz de arco iris, y los kāyas y los tiklés se pueden experimentar como el resplandor y la energía dinámica de rigpa. Esto equivale a las etapas menor y mediana del camino de la meditación, desde el segundo bhūmi hasta el séptimo, y a la segunda visión de tögal, que se conoce como la «experiencia en aumento».

Después de esto, alcanzas la tercera visión. Aquí, la fuerza de rigpa se acrecienta y madura en la plenitud del perfecto saṃbhogakāya. Esto equivale a la etapa superior del camino de la meditación, que abarca desde el séptimo bhūmi hasta el décimo. Este es el momento en que percibes directamente las tierras búdicas del saṃbhogakāya y los budas de las cinco familias junto con sus consortes.

Finalmente, alcanzas el nivel donde toda percepción de la realidad fenoménica se desvanece, y la mente conceptual muere en el estado de la completa iluminación. Esta es la cuarta visión, el fruto de Dzogpachenpo, que equivale al camino de «no más aprendizaje», o el nivel de la budeidad, el undécimo bhūmi de Resplandor Universal.

Reza para que puedas capturar el bastión del cuerpo de vasija juvenil, cuyo significado se ha explicado anteriormente, libre de nacimiento y de muerte: el dharmakāya con su doble pureza.

Si logras la práctica del gran Atiyoga y obtienes la confianza en el estado último de la disolución de los fenómenos, más allá de la mente corriente, no será necesario que deambules por los bardos. Pero si no alcanzas el dominio de la práctica en esta vida, tu burdo cuerpo físico no será liberado en el espacio puro del cuerpo de arco iris.

Luego, cuando los componentes que conforman esta vida se desintegren al completarse las fases de disolución propias de la muerte, tan pronto como vuelves a despertar, debes reconocer que la luminosidad base es el dharmakāya, puro desde el comienzo mismo.

En este momento, la luminosidad base se manifiesta en las mentes de todos los seres, sin excepción. La única diferencia está en por cuanto tiempo aparece, y en si la reconocen o no. Si reconoces el dharmakāya, serás liberado.

Para los que han alcanzado cierta familiaridad con las prácticas de kyerim o de tögal, las apariencias del bardo del dharmatā surgirán bajo formas del saṃbhogakāya, y alcanzarán la liberación al meditar en su naturaleza ilusoria.

En el camino del trekchö, toda la rigidez de la mente que se aferra a un «yo» donde no hay «yo», y a un «ego» donde no hay «ego», se corta con los razonamientos del Mādhyamika Prāsaṅgika, llegando a la convicción de que este «yo» o «ego» no existen. Después, al examinar dónde surge, mora y cesa [la mente], llegas a la certeza de la ausencia de toda verdadera realidad.

En el tögal llegas a la comprensión de que todos los objetos aparentes son la energía y el despliegue de la mente, y es la mente misma la que los lleva a la perfección.

Así pues, cuando al principio de estar en los bardos pierdas la conciencia o te desvíes en el engaño, medita de inmediato sobre el significado de la ausencia de «yo», y usa tu familiaridad con los kāyas de las deidades en el tögal, o medita sobre la forma ilusoria de la deidad como en el kyerim. Reza para que, por el poder de estas prácticas, puedas liberarte, con la misma naturalidad de un niño que corre hacia el regazo de su madre.

En este gran camino secreto del mantrayāna de luz clara —el Dzogpachenpo, el zenit de todo—, la iluminación ha de ser hallada únicamente en el rostro del dharmakāya de tu propia mente, confiando en las instrucciones del Atiyoga. Pero si no lo logras, y por consiguiente no te liberas en el estado primordial, entonces están las cinco prácticas de «la iluminación sin necesidad de meditar» durante mucho tiempo: la liberación al saborear las sustancias del samaya, por medio del takdrol,[17] por el contacto con el mudrā, al ver los chakras, y al escuchar y recordar el phowa.

Reza para que, por la práctica del phowa como método para alcanzar la iluminación sin meditación, puedas nacer en los reinos del nirmāṇakāya de las cinco familias búdicas, como el Dewachen. Y, especialmente, reza para poder nacer en el «Palacio de la Luz de Loto», el paraíso Zangdokpalri de Guru Rimpoché.

Reza para que puedas nacer en presencia del Señor de Orgyen en persona, regente del océano de maestros vidyādharas, mientras celebra el festín del Dharma del gran Mantrayāna secreto, y que puedas convertirte en su hijo o hija predilecto. Reza para que, habiendo nacido allí, puedas atravesar los cuatro niveles de los vidyādharas y alcanzar el nivel de Samantabhadra. Y luego, que emanando formas del nirmāṇakāya para asumir la tarea de ayudar a la infinidad de seres, ¡puedas aportar beneficios y felicidad a todos ellos!

Reza para que por la inspiración y bendición del océano de vidyādharas victoriosos y por la verdad del dharmadhātu infinito, más allá de lo concebible, y con esta forma humana, libre y bien dotada, puedas efectuar esta feliz interconexión de llevar a la perfección la actividad de los budas y de los bodhisattvas, madurar las mentes de los seres sensibles y purificar todos los mundos externos e internos en forma de tierras puras, alcanzando el estado de la budeidad.

Entrégate con todo tu corazón a esta práctica, combinando las oraciones de aspiración con el entrenamiento de la mente.

Recibir las transmisiones de poder

Luego viene la recepción de las transmisiones de poder del camino. Todas las deidades que le rodean se disuelven en el maestro raíz. Considera que él es la encarnación de todas las fuentes de refugio y practica en un estado de anhelo y devoción intensos.

Desde la letra Oṃ en la frente del Guru, radiante y vibrante como la luz de la luna, se emanan rayos de luz que penetran en tu frente. Las tres acciones negativas del cuerpo y los oscurecimientos de los canales son purificados. Te colma la bendición del cuerpo vajra inmutable de los Budas. Obtienes la trasmisión de poder de la vasija y te conviertes en un recipiente propicio para la fase de generación del kyerim, o visualización de la deidad. Se siembra la semilla para convertirte en un «vidyādhara completamente madurado», cuya mente madura en el dharmakāya mientras mantiene un cuerpo corriente. Se implanta en ti el potencial o la semilla para lograr el nivel del nirmāṇakāya.

Desde la letra Āḥ en su garganta, resplandeciente como un rubí se irradian rayos de luz que penetran en tu garganta. Las cuatro acciones negativas del habla y los oscurecimientos de los aires internos son purificados. La bendición del habla vajra incesante de los budas entra en ti. Obtienes la trasmisión de poder secreta y te conviertes en un recipiente propicio para la práctica de la recitación del mantra. Se siembra la semilla del «vidyādhara con poder sobre la vida». Se implanta en ti el potencial para lograr el nivel del saṃbhogakāya.

Desde la letra Hūṃ en su corazón, rayos de luz azul como el cielo se vierten e inundan tu corazón. Las tres clases de actividades negativas cometidas por medio de la mente y los oscurecimientos de los tiklés (el aferramiento a la realidad) son purificados. La bendición de la mente vajra de todos lo budas, libre de todo engaño, se establece en ti. Obtienes la trasmisión de poder de sabiduría y te conviertes en un recipiente propicio para la práctica de dicha y vacuidad de «caṇḍāli», que se conoce como «Tsa Lung y Tummo». Se siembra la semilla para convertirte en un «vidyādhara del mahāmudrā», cuyo cuerpo se transforma en la forma del yidam y cuya mente es inseparable de la mente de sabiduría de la deidad. Se implanta en ti el potencial para lograr el nivel del dharmakāya.

Una vez más, desde el Hūṃ en su corazón, otra sílaba Hūṃ sale disparada como una estrella fugaz, y se funde inseparablemente con tu mente. El karma de «la base de todo», los oscurecimientos cognitivos y todas las emociones perturbadoras sutiles son purificados. La bendición de la sabiduría vajra espontáneamente surgida —la luminosidad inmutable— penetra en ti. Obtienes la transmisión de poder absoluta, simbolizada por la palabra, por la que se comunica el significado más allá de toda expresión utilizando un cristal, un espejo o un gesto. Te conviertes en un recipiente receptivo para meditar en el significado del trekchö y la pureza primordial del Dzogpachenpo. Se siembra la semilla del «vidyādhara que logra espontáneamente»,[18] que realiza espontáneamente el beneficio propio y de los demás. Se implanta en ti el potencial del svabhāvikakāya, el fruto final.

Cuando tu vida llega a su fin, en el momento de la muerte, toda tu percepción debería ser el paraíso de Ngayab Ling, o Cāmara, que es uno de los ocho subcontinentes y que también se conoce como la «isla de los demonios rākṣasa».

Aquí es donde reside actualmente el Maestro Padmasambhava. Tras liberar milagrosamente al rey de los rākṣasas, transferir su conciencia a un reino puro y entrar en su cuerpo, subyuga a los demonios del lugar con toda una variedad de métodos pacíficos y airados, y los establece en el Dharma.

En el centro de esta tierra de Luz de Loto y de la Gloriosa Montaña de Color de Cobre, la tierra pura del nirmāṇakāya donde la apariencia y la vacuidad son indivisibles, creada por la sabiduría que surge por sí misma, visualiza tu cuerpo como Vajrayoginī en el palacio que se describió anteriormente.

Te transformas en una esfera de luz vibrante y radiante, que se disuelve en el corazón de Guru Rimpoché, que está sobre tu cabeza y, fundiéndote, inseparable, con Padmasambhava, alcanzas la budeidad.

Entonces, desde el despliegue de la vasta sabiduría primordial, que es la manifestación milagrosa de la dicha y la vacuidad, o compasión y vacuidad, para todos y cada uno de los seres de los tres reinos, te emanarás como su verdadero guía para conducirles a la liberación. Reza a Jetsün Padma para que te pueda otorgar este ruego.

Recita lo siguiente: «¡Desde el fondo de mi corazón, te rezo, y no con palabras falsas o huecas: otórgame tus bendiciones desde lo más hondo de tu mente de sabiduría, y haz que se cumplan todas mis buenas aspiraciones acordes con el Dharma, te lo ruego!»

Visualízate claramente como Vajrayoginī. Desde el centro del corazón del lama un rayo de luz, roja y cálida, sale disparado repentinamente y alcanza tu corazón. En un instante, te transformas en una esfera de luz roja del tamaño de un guisante, que sale disparada hacia Padmasambhava, como una chispa que salta del fuego, y se disuelve en el corazón de Guru Rimpoché, donde se funde y se hace uno con él: un solo sabor.

Visualiza esto y descansa luego en el estado inexpresable más allá de todo punto de referencia. Si ere capaz de exhalar tu última espiración en este estado en el momento de la muerte, lograrás el rey de todos los phowas, «la transferencia al dharmakāya sellada por la visión». Si deseas practicar cualquier otro método de phowa, ese es el momento para hacerlo.

Después, tan pronto como sales de este estado de equilibrio meditativo, visualiza tu cuerpo y el entorno como habías hecho antes y recita las oraciones que vienen a continuación.

Según el comentario de Jamyang Khyentse, la oración que comienza con «Glorioso Tsawe Lama, el precioso» debería continuar con «mora en el asiento de loto en la coronilla de mi cabeza». Sin embargo, la mayoría de versiones presentan esta línea como «mora en el asiento de loto en lo más hondo de mi corazón». Según un mengak de las instrucciones para el phowa, puedes visualizar al maestro en tu corazón, inseparable de Amitāyus. Aparte de proporcionar un soporte para la práctica de larga vida, no creo que haya excesiva diferencia entre estas dos versiones.

La oración continúa, «mírame con la gracia de tu gran compasión y otórgame los logros de cuerpo, habla y mente, y haz que mi mente se haga una con tu mente de sabiduría».

«Que, frente al estilo de vida y las actividades del lama, no surja ni por un instante la visión errónea y ¡que pueda ver todo cuanto hace, tanto si parece estar de acuerdo con el Dharma como si no, como una enseñanza para mí!». Respeto a esto, deberías recordar la historia del Capitán Corazón Compasivo que mató a Lancero Negro, y la historia del brahmán Amante de las Estrellas, que abandonó su voto de castidad por la muchacha brahmán.[19]

«¡Con esa devoción, que sus bendiciones colmen e inspiren mi mente!»

«¡Que en todas mis vidas, de ahora en adelante hasta que alcance la iluminación, jamás me separe del lama perfecto y, habiéndome beneficiado plenamente del esplendor del Dharma, pueda llevar las cualidades de los cinco caminos y los diez bhūmis a su perfección, y alcance rápidamente el nivel sublime de Vajradhara!»

«¡Por el poder de los méritos de esta práctica que he hecho hoy, que todos los seres completen la acumulación causal de mérito y la acumulación resultante de sabiduría, y que así alcancen el dharmakāya por su propio beneficio y el rūpakāya por el beneficio de los demás, que provienen del mérito y la sabiduría!»

«¡Es más, por todo el mérito que yo y los demás seres tenemos —de cualquier acción benéfica que hemos hecho en el pasado, haremos en el futuro y estamos haciendo ahora en el presente— que todos los seres logren el estado de perfección! ¡Que obtengan la realización de un buda, la sabiduría profunda de la vacuidad que está más allá de los extremos del eternalismo y el nihilismo! Para que todos puedan alcanzar rápidamente este nivel de realización, dedico todo el mérito y la virtud acumulados por mí mismo y por los demás: ¡que puedan ser causa de que todos los seres alcancen los estadios de perfección y la iluminación completa!»

Existen dos clases de dedicatoria: la que está libre de toda referencia a las tres esferas conceptuales de sujeto, objeto y actividad, y la dedicatoria «siguiendo los pasos». La primera de ellas ya se explicó anteriormente en el contexto de la práctica de las siete ramas. La segunda es como sigue:

«Tal como el bodhisattva Mañjuśrī supo cómo dedicar y dedicó para el beneficio temporal de todos los seres, así como por su felicidad última con el logro de la iluminación, y Samantabhadra también, yo también me entrenaré siguiendo los pasos de estos bodhisattvas y haré una dedicatoria perfecta de todos estos méritos para la iluminación de todos los seres, como lo hicieron estos bodhisattvas en el pasado.»

«Al igual que todos los budas del pasado, presente y futuro alaban como suprema la dedicatoria para que todos los seres alcancen la iluminación, yo también dedico ahora todas estas fuentes de mérito mías para que todos los seres perfeccionen las “Buenas Acciones” de Samantabhadra y logren el estado de la budeidad.»

Oración especial de aspiración

«En todas mis vidas, dondequiera que nazca, ¡que obtenga siempre las siete cualidades del nacimiento en los reinos superiores: larga vida, libre de enfermedades, con una forma hermosa, un nacimiento elevado, grandes riquezas, buena fortuna y gran sabiduría! ¡Que tan pronto como nazca me encuentre con el Dharma y tenga la libertad de practicarlo correctamente! Luego, ¡que pueda complacer al noble lama y poner el Dharma en acción, de día y de noche! Con completa confianza y verdadera comprensión de los puntos clave de la práctica transmitida por el linaje, ¡que pueda practicar el sentido más profundo de la vacuidad y la compasión hasta que mi mente se purifique! ¡Que pueda cruzar el océano de la existencia de sufrimiento en esta misma vida y asegurar mi propio bienestar alcanzando la budeidad! Tras lograr la iluminación, ¡que enseñe el Dharma sagrado a los seres que deambulan por el saṃsāra, y que jamás me canse mentalmente ni me hastíe físicamente de trabajar para ayudar a los demás! Por mi servicio vasto e imparcial, y por las oleadas de actividad virtuosa para el beneficio de los demás, ¡que todos los seres, tan numerosos como vasto es el espacio, alcancen juntos la budeidad, como un solo ser, en una única asamblea! ¡Y que el saṃsāra se vacíe desde lo más hondo de sus profundidades!»

Mientras recitas estas palabras, asegúrate de enfocar la mente en su significado.

Para integrar la práctica del Guru Yoga [en tu vida cotidiana], cuando camines, visualiza a tu maestro en el cielo sobre tu hombro derecho y considera que le estás circunvalando. Cuando estés sentado, considera que se encuentra sobre tu cabeza como soporte para tus plegarias. Cada vez que comas o bebas, visualízale en tu garganta y ofrécele la primara porción. Cuando te vayas a dormir, visualiza al maestro en tu corazón y funde tu mente con su mente de sabiduría.

En resumen, entrena tu mente en la devoción en todo momento y en toda circunstancia, percibiendo cualquier forma, sonido o pensamiento que surja como la deidad, el mantra y el juego de sabiduría, y considerando que todo lo que percibes a través de tus seis sentidos es la manifestación del cuerpo, habla y mente iluminados del maestro.

El siddha Mokchokpa dijo:

¡Si Achala (Mikyöpa) es azul, pues que sea azul!
¡Si Avalokiteśvara es blanco, pues blanco será!
¡En cuanto a mí, nunca he estado separado de la percepción del maestro!

Y Jetsün Milarepa dijo:

Cuando te hastías del saṃsāra, cuya naturaleza es el sufrimiento,
no hay tiempo que perder en pos de túnicas limpias;
y con el maestro, que encarna a los budas de los tres tiempos,
no hay separación alguna para una mente anhelante de devoción.

Así es como debes practicar.

Colofón

Este es el comentario palabra por palabra del texto de las prácticas preliminares del Longchen Ñingtik, titulado Una lámpara para el camino excelente a la omnisciencia. Puesto que hay muchos comentarios de profundidad oceánica sobre los preliminares, escritos por el padre y el hijo omniscientes,[20] éste puede parecer tan innecesario como cavar un pozo de agua salada a orillas de un gran lago cuyas aguas poseen las ocho cualidades de la pureza.

Los comentarios extensos del Ngöndro elucidan el texto raíz sin explicar cada una de las sílabas; y puesto que los que tienen facultades agudas comprenden el significado de estos comentarios detallados, no necesitan apoyarse en explicaciones sílaba a sílaba. Aún así, los de mente débil, como yo mismo, vemos que hay muchas cosas que no entendemos cuando intentamos poner en correspondencia los puntos de los comentarios elaborados con el texto raíz y, por esta razón pensé que un comentario palabra por palabra sobre el texto de la recitación podría facilitar la práctica.

Ninguno de los seres eruditos y realizados del pasado escribió un comentario palabra por palabra que explicara de forma definitiva los puntos sencillos y sutiles del texto raíz, y recientemente mis ayudantes Dorje Chödrak y Trinle Jinpa me han estado pidiendo que escribiera un comentario palabra por palabra que encajara con el texto de la recitación.

Dorje Chödrak se comprometió a permanecer en retiro practicando el ngöndro durante el resto de su vida y a hacer un millón de postraciones y diez millones de recitaciones del mantra como parte del Guru Yoga. También Trinle Jinpa hizo el voto de permanecer en retiro practicando el ngöndro todo el resto de su vida y de realizar un millón de postraciones, un millón de mantras de cien sílabas y cien mil «Confesiones de la caídas». Changchub Dorje también se sumó a la petición de un comentario detallado que hicieron los otros dos, y también hizo el voto de permanecer en retiro hasta el momento de la muerte. Prometió completar diez millones de mantras Siddhi y un millón de postraciones.

En respuesta a sus peticiones y, tomando como base los escritos del padre e hijo omniscientes, complementados con lo que he visto y oído de las palabras de otros maestros realizados y eruditos, este texto ha sido escrito por el monje mendicante de nombre Chökyi Drakpa. ¡Que el mérito de esto se convierta en causa para que los aspectos principales de la práctica del ngöndro surjan en las mentes de todos los seres sensibles, y en especial de aquellos que lo han solicitado! ¡Que nunca les falten las cualidades de las siete nobles riquezas y que alcancen rápidamente el estado de la omnisciencia, convirtiéndose en guías de todos los seres sensibles, tan numerosos como vasto es el espacio!

¡Virtud! ¡Virtud! ¡Virtud!

| Traducido al inglés por Adam Pearcey, y reviseado en 2012. Traducido al español en 2008 por Traducciones Rigpa, y revisado en 2015–2016.


  1. Hay diferentes formas de interpretar esta condición favorable circunstancial. Según la explicación de Las palabras de mi maestro perfecto, significa que nosotros hemos entrado en las enseñanzas. Algunos comentarios, como éste mismo, lo explican como que hay otras personas que han entrado en las enseñanzas.  ↩

  2. Según Patrul Rimpoché, era un brahmán. Ver Las palabras de mi maestro perfecto, p. 173.  ↩

  3. Chökyi Drakpa no menciona específicamente a los pretas con oscurecimientos internos.  ↩

  4. Ver Las palabras de mi maestro perfecto, págs. 292–294.  ↩

  5. Las cuatro maneras de atraer discípulos son: 1) ser generoso, 2) hablar de forma agradable, 3) enseñar de acuerdo con las necesidades de los seres, y 4) actuar de acuerdo con lo que uno mismo enseña.  ↩

  6. Ver Perfect Conduct, traducido (al inglés) por Khenpo Gyurme Samdrub y Sangye Khandro, Wisdom Publications, 1996, p. 126.  ↩

  7. Ver Perfect Conduct, págs. 126–129.  ↩

  8. Los agregados y los elementos son las «sedes» de los budas masculinos y femeninos. Las fuentes de los sentidos son las «sedes» de los bodhisattvas masculinos y femeninos.  ↩

  9. Los brahmanes del séptimo nacimiento son bodhisattvas que han nacido siete veces sucesivas como brahmanes, para poder beneficiar a los seres. Se dice que su carne, sus huesos, sus cabellos, uñas y demás, son especialmente puros y que si se consumen pueden llevar a la obtención del cuerpo de arco iris.  ↩

  10. Aquí el texto tibetano dice el suroeste, pero más adelante habla del noroeste.  ↩

  11. Ver: Secret Path to the Mountain of Glory: A Prayer of Aspiration for the Copper-Coloured Mountain of Glory, de Rigdzin Jigme Lingpa.  ↩

  12. Escrito por Panchen Lobsang Chökyi Gyaltsen (¿1567?-1662). Para una traducción (al inglés) del texto completo, véase The Union of Bliss and Emptiness, de Su Santidad el Dalai Lama, Ithaca: Snow Lion Publications, 1989. Los dos versos que aquí se mencionan son el 48 y el 49, que se encuentran en las páginas 127 y 128.  ↩

  13. El amanecer, la mañana, el mediodía, la tarde, el anochecer y la medianoche.  ↩

  14. Durante la práctica de aproximación los practicantes se acercan, o se aproximan, a la deidad por medio de la recitación del mantra.  ↩

  15. Las siete cualidades del vajra son: imposible de cortar, indestructible, verdadero, sólido, estable, que no se puede obstruir en absoluto y completamente invencible.  ↩

  16. Esta es una presentación inusual de los nueve yanas; los tres primeros suelen ser los vehículos de los śrāvakas, pratyekabudas y bodhisattvas.  ↩

  17. Takdrol significa «liberación por medio del contacto o del tacto». Hay muchas clases de takdrol: la mayoría son mantras inscritos en diagramas asociados con enseñanzas Dzogchen, y otros pertenecen a los tantras. El takdrol puede formar parte de una transmisión de poder más extensa, o puede otorgarse independientemente como transmisión en sí mismo. A veces se utiliza un texto extraído de un tantra como takdrol que se lleva, por ejemplo, inscrito en un medallón colocado sobre la cabeza. (Del libro Dzogchen, El camino de la Gran Perfección de Su Santidad el Dalai Lama, Kairós, 2004, pág. 248, nota 17).  ↩

  18. Este nivel de vidyādhara se suele llamar el «vidyādhara del logro espontáneo»; la traducción «vidyādhara que logra espontáneamente» refleja la explicación dada por Chökyi Drakpa.  ↩

  19. Ver Las palabras de mi maestro perfecto, pág. 184.  ↩

  20. Longchen Rabjam y Jigme Lingpa.  ↩

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