Iluminando el excelente camino a la omnisciencia

Prácticas › Ngöndro | Colecciones y ciclos › Longchen NyingtikLongchen Nyingtik Ngöndro | Maestros tibetanosJamyang Khyentse Wangpo

English | Español | Français | 中文 | བོད་ཡིག

Jamyang Khyentse Wangpo

Longchen Nyingtik Field of Merit

Iluminando el excelente camino a la omnisciencia

Notas sobre el Ngöndro del Longchen Ñingtik

de Jamyang Khyentse Wangpo

¡Homenaje al Guru!

Esta es una guía de las etapas de la práctica diaria del Ngöndro del Dzogchen Longchen Ñingtik.

Para comenzar, al alba, cuando es hora de levantarse, tu maestro raíz aparece en el cielo ante ti con la forma de Orgyen Dorje Chang. Está rodeado de huestes de ḍākas y ḍākinīs; todos tocan ḍamarus (tambores de mano) que resuenan con el sonido del mantra y te despiertan de tu sueño.

Al levantarte, visualiza tu cuerpo con la forma de la deidad y tu entorno como un reino puro. Considera que el lama en tu corazón asciende por el canal central al espacio por encima de la coronilla de tu cabeza, y permanece allí, lleno de dicha.

Luego, con tu cuerpo en la postura correcta, exhala nueve veces el aire viciado y reposa por unos instantes, permitiendo que tu mente se asiente en su estado natural. Cuando estés listo para la meditación, practica la bendición del habla, tal como sigue:

¡Oṃ Āḥ Hūṃ!
Desde la sílaba Raṃ [en el chakra del habla], surge un fuego que consume mi lengua,
la cual se transforma en un vajra de tres radios de luz roja.
En su centro están las vocales y consonantes y, a su alrededor, el mantra de «La esencia de la originación interdependiente».
Las sílabas son como collares de perlas. De ellas
se irradia luz, que hace ofrendas a los budas y a los bodhisattvas y les complace.
Según converge de nuevo, se purifican todos los oscurecimientos del habla
y obtengo todas las bendiciones y los siddhis del habla vajra.

a ā, i ī, u ū, ṛ ṝ, ḷ ḹ, e ai, o au, aṃ aḥ

ka kha ga gha ṅa, ca cha ja jha ña,
ṭa ṭha ḍa ḍha ṇa, ta tha da dha na,
pa pha ba bha ma, ya ra la va; śa ṣa sa
ha, kśa

Recita este mantra siete veces, y luego recita el siguiente mantra otras siete:

oṃ ye dharmā hetu prabhāvā hetuṃ teṣāṃ tathāgato hyavadat
teṣāṃ ca yo nirodha evaṃ vādī mahāśramaṇaḥ svāhā

Si lo deseas, puedes recitar lo siguiente antes de la Invocación al Lama desde Lejos:

Tú eres aquél cuya bondad
puede traer gran alegría en un instante:
nuestro lama, cuyo cuerpo es como una joya,
¡sostenedor del vajra, a tus pies nos inclinamos!

El lama es el Buda,
el lama es el Dharma,
y el lama es la Saṅgha.
El lama es aquél que logra todas las cosas:
¡ante tu cuerpo, habla y mente, nos inclinamos!

Todos los demás guías nos han abandonado,
dejándonos al borde del precipicio de los reinos inferiores.
Ante ti, el gran guía que muestra
el camino a la liberación, nos inclinamos.

Sin saber distinguir lo cierto de lo erróneo
y confundiendo los caminos correctos y los equivocados,
hemos deambulado por la oscuridad más sombría:
¡a ti, que eres nuestro faro de luz, ofrecemos alabanzas!

Ver tu cuerpo transforma toda nuestra percepción,
e incluso tus restos mortales, cuando hayas pasado más allá,
purificarán males inconmensurables, tal como dice el sūtra:
¡ante ti, que beneficias a todo quien encuentras, nos postramos!

Al escuchar tu habla, sabemos qué adoptar y qué abandonar,
y así nos libramos del terrible abismo de las conductas negativas.
Puesto que es la esencia misma de las verdades de la cesación y el camino,
¡a tu voz, que libera a quienquiera que la escuche, ofrecemos alabanza!

Con todos nuestros esfuerzos no logramos la liberación,
pero cuando diriges tu mente hacia nosotros, maduramos espiritualmente,
y cuando desarrollamos la devoción, surge la realización:
¡ante tu mente no conceptual e inconcebible, nos inclinamos!

Con grandes privaciones, durante tres incontables eones,
podríamos doblegar nuestros sentidos, pero aún así
no encontraríamos la mente vajra, tan difícil de lograr:
¡ante ti, que la revelas de manera inequívoca y directa, nos postramos!

Del Lama Yangtik:

Oh lama, precioso e iluminado,
no tenemos en quien confiar sino en ti.
¡Posa tu mirada sobre nosotros con ojos de compasión
y libéranos de este océano del saṃsāra!

Ayúdanos a lograr todo lo bueno en esta vida,
y aparta todo lo que nos obstaculice u obstruya.
¡Muéstranos la profunda luminosidad en el momento de la muerte,
y libéranos de los peligros de los estados del bardo!

¡Asegura que todo lo que hagamos con cuerpo, habla o mente
sea siempre de beneficio para los demás,
y desde hoy en adelante, transforma toda adversidad
en el camino supremo a la iluminación!

A pesar de nuestros esfuerzos, la liberación es difícil de hallar.
¡Oh, protector, en el barco de tu compasión,
transpórtanos junto con aquellos que carecen de protección
y condúcenos a la isla de la liberación!

Cualquiera que tenga fe en mí,
o me difame y abuse de mí,
¡que se libere de toda maldad y, libre de toda aflicción,
abandone el río de la existencia cíclica!

¡Que, con el tiempo, mi propio nombre sea suficiente
para satisfacer los deseos del mundo,
y traer lluvias de nubes de ofrendas
en los reinos búdicos de todas las direcciones!

¡Por esta virtud, que todos los seres
se liberen de la existencia cíclica
y, adquiriendo las dos sabidurías sagradas,
logren espontáneamente el beneficio propio y de los demás!

LA PRÁCTICA EN SÍ

La práctica en sí de los preliminares se compone de los preliminares comunes o externos, y los preliminares extraordinarios o internos.

I) Los preliminares comunes

Los preliminares comunes se contemplan en seis etapas, que pueden ser practicadas conjuntamente. Según recitas, «Desde el loto floreciente de devoción en el centro de mi corazón…», reflexiona de la siguiente manera:

En esencia, existen ocho libertades, que son los opuestos de los ocho estados en los que no hay posibilidad de practicar el Dharma. Luego, más específicamente, hay diez circunstancias favorables o dones. En conjunto, estas dieciocho libertades y condiciones favorables caracterizan una preciada existencia humana, que es de un beneficio inconcebible, y también extremadamente difícil de hallar, tal como lo demuestran las reflexiones acerca de la causa, las analogías y los cálculos numéricos.

Ahora mismo dispones de un preciado cuerpo humano, pero incluso este mundo externo, que parece tan sólido y estable, será destruido en última instancia por siete grandes fuegos y una gran inundación, sin quede de él rastro alguno, ni siquiera cenizas. Y en cuanto a los seres que habitan en él, nunca ha habido uno sólo que haya nacido y que no haya muerto. Así pues, es absolutamente seguro que tú también morirás, y nada garantiza que no ocurra esta misma noche.

En el momento de la muerte, nada que no sea el Dharma perfectamente puro te será de beneficio alguno; y después de morir, tu futuro vendrá determinado únicamente por tus actos pasados.

Como resultado de tus acciones dañinas, renacerás en los tres reinos inferiores, donde deberás enfrentarte al insoportable sufrimiento del sufrimiento. E incluso si has acumulado acciones positivas imperfectas[1] y renaces en los tres reinos superiores, aún así no estarás más allá del sufrimiento del cambio y el sufrimiento que todo lo impregna de la existencia condicionada. Así pues, debes hacer todo lo que sea necesario ahora mismo para liberarte del gran océano de sufrimiento que es el saṃsāra.

Por ello, debes depositar tu confianza en un amigo espiritual cualificado del Mahāyāna, al que debes complacer de las tres maneras.[2] Tienes que adoptar —o evitar— todo lo que él o ella te indique, y tener cuidado de no caer bajo la influencia de amigos pueriles o negativos.

Reconociendo que sólo el Dharma te será de beneficio en el momento de la muerte y más allá, practica tanto como puedas en el curso de cada día.

Para poder practicar de esta manera, considera que el lama y las Tres Joyas cuidan de ti y, generando un fuerte sentido de renuncia, recita estos versos:

¡Oh, Lama, cuida de mí!

Invoca con devoción y anhelo ardiente, y luego:

Desde el loto floreciente de devoción en el centro de mi corazón,
¡emerge, oh Lama compasivo, mi único refugio!
Estoy plagado por las acciones pasadas y emociones turbulentas.
Para protegerme en mi infortunio,
permanece como el ornamento enjoyado de mi coronilla, el chakra de la gran dicha
y despierta en mi toda la atención y la conciencia, ¡te lo ruego!

Nacer en los reinos infernales, de los pretas, de los animales,
entre los dioses de larga vida, en tierras incivilizadas o con puntos de vista erróneos,
en un mundo donde aún no ha venido un Buda, o incapaz de comprender:
ahora estoy libre de esos ocho estados en los que no es posible practicar el Dharma.

Ahora que he nacido como ser humano, con todas mis facultades intactas y en una región céntrica,
que mi estilo de vida no es dañino ni erróneo y tengo fe en las enseñanzas del Buda,
se cumplen cada una de las cinco «condiciones favorables personales». Ha aparecido un Buda,
ha enseñado el Dharma; éste ha sobrevivido; yo lo he abrazado;
y me ha aceptado un verdadero amigo espiritual: poseo las cinco «condiciones favorables circunstanciales».

A pesar de que en mi condición actual tengo cada una de ellas,
una vez que esta vida, tan llena de incertidumbre, sea abandonada,
me iré una vez más a otro reino de existencia:
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

Si no aprovecho la oportunidad que me ofrece ahora esta libertad,
más adelante no encontraré semejante soporte para alcanzar la liberación.
Una vez que se haya agotado el mérito que ha hecho posible esta feliz existencia,
después de morir deambularé como un ser de los reinos inferiores.
Incapaz de distinguir lo bueno de lo malo, nunca escucharé el sonido del Dharma
ni encontraré un amigo espiritual: ¡qué terrible desastre!

Basta pensar en las cantidades y las clases de seres que hay
para darse cuenta de cuán escasa es la posibilidad de obtener un cuerpo humano.
E incluso entre los seres humanos, basta ver como su comportamiento es perjudicial y contrario al Dharma
para darse cuenta que los que de verdad viven de acuerdo con el Dharma son tan escasos como las estrellas a plena luz del día.
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

Aunque he alcanzado esta isla de joyas —el cuerpo humano—,
con un soporte tan prometedor, tener una mente voluble e impetuosa
no es un buen fundamento para alcanzar la liberación.
Especialmente, cuando sea engañado por influencias corruptas; o cuando los cinco venenos bullen furiosos en mi interior;
cuando el karma negativo me abruma; o me distraigo por la pereza;
cuando como un esclavo caigo bajo el control de otro; o cuando busco apoyo en el Dharma sólo por inseguridad o miedo; o solo finjo practicar;
o sea crónicamente insensato y estúpido: estas son las «ocho circunstancias incidentales que hacen imposible el Dharma».
Cuando se me echan encima y amenazan mi práctica del Dharma,
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

Escaso en renuncia; sin la joya de la devoción;
atrapado en la esclavitud de las ataduras y los anhelos mundanos; o con un comportamiento burdo y degenerado;
sin abstenerme nunca de las acciones negativas y dañinas; sin tener el menor verdadero interés;
rompiendo todos los votos y descuidando los samayas:
estos son los «ocho estados imposibles por los que la mente nos separa del Dharma»:
cuando se me echan encima y amenazan mi práctica del Dharma,
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

En este momento no estoy afligido por el dolor ni la enfermedad,
ni estoy bajo el control de otros, como un esclavo.
Ahora que gozo de esta cualidad perfecta y bienaventurada de la independencia total,
si, por mi propia indolencia, malgasto la libertad de esta vida humana,
no hace falta que me preocupe por los compañeros, mis posesiones, los parientes y los seres queridos.
Cuando este cuerpo al que tanto aprecio
sea conducido, solo, desde su cama a un lugar desolado
para que lo despedacen los zorros, buitres y perros,
después, en el reino del bardo solo me esperará el terror.
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

Las consecuencias de las acciones beneficiosas y perjudiciales me seguirán.

Si nazco en los reinos infernales:
sobre un pavimento de hierro candente, con armas me rebanan la cabeza y el cuerpo,
los parten con sierras y los aplastan con martillos al rojo vivo;
atrapado en una celda de hierro sin puerta, gritando muy fuerte,
o me empalan en picas al rojo vivo o me cuecen en bronce fundido
y me queman en un fuego de intenso calor, en los ocho infiernos calientes.
Sobre las crestas de montañas nevadas, sobre precipicios de hielo,
en lugares terroríficos engullidos por borrascas y tormentas de nieve,
mi tierno cuerpo, azotado por gélidos vientos,
revienta en ampollas que explotan en llagas ulcerosas,
en un incesante lamento de gritos de agonía
y un sufrimiento tan grande que es incluso difícil de imaginar.
Como un moribundo cuya fuerza ya se acaba por completo,
suelto profundos jadeos y gemidos, mientras rechino los dientes. Mi piel se resquebraja y se abre
y la carne viva que queda expuesta se parte aún más, en los ocho infiernos fríos.
En la «Llanura de las Cuchillas Afiladas» mis pies son cortados a tiras;
en el «bosque de las hojas de espada» me acuchillan el cuerpo y lo cortan en pedazos;
me hundo en el «pantano de los cadáveres putrefactos» y en el «foso de las ascuas ardientes», todo esto en
los «infiernos colindantes», que rodean el infierno del tormento último. Y luego los infiernos cambiantes e inciertos:
nacido en una puerta, en un pilar, en una chimenea, una cuerda y lugares similares,
siempre me utilizan y explotan en estos «infiernos efímeros».
Cuando surge la causa de nacer en cualquiera de estos dieciocho infiernos
—el odio y la agresividad intensos—,
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

Del mismo modo, en un reino triste y desamparado,
en el que nunca se han oído las palabras «comida», «bebida» y «comodidad»,
pasan meses y años, y los pretas no encuentran nada para comer y beber. Sus cuerpos
están demacrados y carecen incluso de fuerzas para tenerse en pie. Sufren de tres diferentes clases de oscurecimientos,
y la razón para nacer como uno de ellos es la avaricia.
Con un miedo constante a que otro los mate o se los coma,
explotados y obligados a trabajar hasta caer exhaustos; desorientados sobre lo que hacer y lo que no,
los animales están oprimidos por sufrimientos sin límite,
cuya semilla es la estupidez terca. Cuando me extravío por su oscuridad,
¡Oh Guru Rimpoché, dirige mi mente hacia la práctica, cuida de mí!
¡Maestros omniscientes, Longchenpa y Jigme Lingpa, evitad que me pierda por caminos errados!
¡Lama compasivo, tú que eres uno con ellos, cuida de mí!

Pese a haber entrado en el camino del Dharma, no he puesto fin a mis comportamientos erróneos.
Pese a haber cruzado el umbral del Mahāyāna, no tengo ni un solo pensamiento beneficioso para los demás.
Pese a haber recibido las cuatro transmisiones de poder, no practico las fases de desarrollo y de culminación de la meditación.
¡Oh lama, líbrame de extraviarme en el camino!

Aunque no he logrado la Visión, actúo como si fuera un maestro de «sabiduría loca».
Aunque me distraigo en la meditación, me dejo enredar en el cotilleo mental y los conceptos.
Aunque el error está en mis propias acciones, culpo a los demás.
¡Oh lama, líbrame de volverme tan arrogante y obstinado, tan testarudo e insensible!

Aún pudiendo morir mañana mismo, estoy lleno de deseos de un hogar, ropas y posesiones.
Aunque soy bastante viejo, no tengo la madurez para tener la menor renuncia al saṃsāra.
Aunque lo cierto es que he escuchado solo unas pocas enseñanzas del Dharma, me enorgullezco de todo mi conocimiento.
¡Oh, lama, libérame de semejante ignorancia!

Aunque pueda estar precipitándome hacia el peligro, me empeño en socializar acerca del Dharma en muchedumbres y lugares públicos, creyéndome que estoy de peregrinaje.
Aunque hago retiros en solitario, mi carácter básico permanece tan duro como un bloque de madera.
A pesar de mi apariencia tranquila y de que hablo con suavidad, no me he liberado del apego y de la aversión que bullen en mi interior.
¡Oh, Lama, libérame de estas ocho preocupaciones mundanas!

¡Despiértame ya de este profundo sueño de la ignorancia!
¡Libérame ya de este lóbrego auto-encarcelamiento!

II) Los preliminares extraordinarios

En segundo lugar, están las seis secciones de los preliminares extraordinarios. La primera de estas es la toma de refugio.

1. Toma de refugio

Para ello, debes adoptar la actitud de un ser de capacidad superior y considerar que estás tomando refugio en el maestro y en las Tres Joyas a fin de liberarte a ti y a todos los demás seres sensibles de los terribles sufrimientos del saṃsāra.

Considera que el lugar donde te encuentras es un paraíso hermoso y agradable para la mente. Sobre la base del suelo enjoyado se alza un árbol que concede los deseos, con cinco ramas principales adornadas con abundantes hojas, flores y frutos, guirnaldas de joyas y pequeñas campanas, que abarca todo el espacio. En su centro, sobre un trono adornado con joyas y sostenido por leones, y sobre asientos de lotos multicolores, sol y luna, se halla la encarnación de todos los budas, tu propio maestro raíz, en la forma de Orgyen Dorje Chang (el Vajradhara de Oḍḍiyāna), de color azul,[3] que sostiene un vajra y una campana. Está en unión con su consorte Yeshe Tsogyal, blanca, que sostiene un cuchillo curvo y un cáliz de calavera. Ambos están adornados con sedas y ornamentos de huesos.

El Guru está sentado en la postura del vajra. Por encima de su cabeza están los maestros del linaje Dzogchen, sentados uno encima del otro. Están rodeados por los maestros raíces y del linaje, las deidades yidam de los diversos mandalas asociados con las seis grandes clases de tantras, y un número inconcebible de ḍākas y ḍākinīs de las tres esferas.[4]

En la rama del frente están el Buda Śākyamuni y todos los demás budas de los tres tiempos, en forma de nirmāṇakāyas. En la rama de la derecha está la saṅgha del Mahāyāna, incluyendo los Ocho Hijos Cercanos. En la rama de la izquierda están Śāriputra y Maudgalyāyana y la asamblea de la noble saṅgha de śrāvakas. En la rama de detrás se encuentra la Joya del Dharma en forma de libros de color rojo apilados, cuyas vocales y consonantes resuenan por sí mismas. El espacio intermedio está completamente lleno —sin dejar ningún hueco— de una multitud oceánica de guardianes de sabiduría y de acción, ligados por el samaya.

Considera ahora que todas estas deidades tienen cualidades inconmensurables de sabiduría, amor y poder, y están realmente presentes como grandes guías que cuidan de ti con amor y te conducen a lo largo del camino hacia la iluminación.

Tú estás sentado ante ellos, con tu padre a tu lado derecho y tu madre a tu lado izquierdo. En frente de ti están todos los seres que alguna vez te han hecho daño y, a tu alrededor, están todos los seres sensibles de los seis reinos. Todos mostráis respeto con vuestro cuerpo juntado las palmas de las manos; con el habla recitáis con voz vibrante el verso de la toma de refugio; y con vuestra mente, pensáis lo siguiente:

«Desde ahora mismo, hasta que alcancemos el corazón de la iluminación, tomamos al lama como nuestro guía; a los yidams y budas como nuestros preceptores; al Dharma como nuestro camino; y a las ḍākinīs, protectores del Dharma y miembros de la saṅgha como compañeros a lo largo del camino. En vosotros confiamos. A vosotros os lo ofrecemos todo. No tenemos otro refugio o esperanza que vosotros. En todo lo que hagamos, protegednos.»

Con este pensamiento de anhelo intenso, practica la toma de refugio:

En las Tres Joyas, y en su esencia, los sugatas;
en las Tres Raíces: lama, yidam y khandro;
en los canales, los aires internos y los tiklés; en su naturaleza, la bodhicitta;
en el mandala de la esencia, naturaleza y compasión;
yo me refugio, hasta que alcance plenamente la iluminación.

Practica la toma de refugio tantas veces como puedas.

Al final, de los corazones de las deidades del refugio se emanan rayos de luz, que penetran en tu cuerpo y mente y en los de todos los demás seres, purificando vuestros oscurecimientos emocionales y cognitivos, así como los patrones habituales. Considera que tu vida se alarga, tus méritos aumentan y tus cualidades de aprendizaje y realización se desarrollan más y más. Reposa unos momentos en meditación, en un estado libre de cualquier aferramiento mental.

2. Generar la bodhicitta

Primero, entrena tu mente en las cuatro cualidades inconmensurables. Comienza por cultivar la ecuanimidad, en la que no hay ni apego a tu familia y amigos cercanos ni aversión hacia tus enemigos. Ésta se obtiene al reflexionar cómo, en el curso de los tiempos sin principio, de todos los seres sensibles tan numerosos como vasto es el espacio, los que han sido tus enemigos también han sido tus amigos, y los que han sido cercanos a ti también han sido tus adversarios en otro momento. Tal como ocurrió en el pasado, asimismo en el presente y en el futuro no puedes decir con certeza quién es tu amigo y quién es tu enemigo.

Luego despierta el amor, considerando que todos ellos han sido tu propia madre y padre bondadosos, y deseando que gocen de la felicidad y nunca tengan que sufrir, por toda la bondad y compasión que te han mostrado. Finalmente, cultiva una alegría empática, que es el júbilo que sientes ante la perspectiva de que todos los seres permanezcan constantemente en este estado de completa felicidad, libre de todo sufrimiento.

Luego, toma los objetos de refugio como tus testigos y haz surgir la bodhicitta de aspiración, pensando:

«Con el fin de conducir a todos los seres sensibles al estado de felicidad duradera que es la liberación perfecta, haré todo lo que haga falta para alcanzar el precioso estado de la completa iluminación.»

Y desarrolla la bodhicitta de aplicación, pensando:

«Por ello me entrenaré en vastas oleadas de prácticas de los bodhisattvas, representadas por este camino profundo, y me esforzaré con diligencia hasta que ni un solo ser sensible permanezca en el saṃsāra.»

Sin permitir que tu mente se aparte de estas reflexiones, recita el siguiente verso para despertar la bodhicitta:

¡Ho!
Hipnotizados por la infinita variedad de percepciones, que son como los reflejos ilusorios de la luna en el agua,
los seres deambulan sin cesar, perdidos en el ciclo vicioso del saṃsāra.
Para que puedan encontrar serenidad y paz en la luminosidad y en el espacio que todo lo abarca de la verdadera naturaleza de sus mentes,
genero el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad inconmensurables de la mente iluminada, el corazón de la bodhicitta.

Recítalo tres veces, o tantas veces como puedas.

Si no puedes hacer todo esto como una práctica regular, es suficiente que despiertes simplemente la bodhicitta de aspiración y de aplicación.

O si deseas practicar de manera más elaborada, puedes, en este punto, entrenar tu mente en igualarte o intercambiarte con los demás. En particular, puedes hacer la práctica del tonglen, enviando felicidad a medida que exhalas y tomando el sufrimiento a medida que inhalas.

Medita tanto como puedas sobre la bodhicitta absoluta —la unión de la tranquilidad (śamatha) y el discernimiento (vipaśyanā)—, inspirada por el conocimiento fehaciente de la ausencia de identidad propia, tanto en los individuos como en los fenómenos.

Finalmente, tú y todos los seres sensibles os disolvéis en los objetos de refugio, que se disuelven seguidamente en el maestro en el centro. Este a su vez se disuelve en la amplitud primordial de la simplicidad del Dharmakāya. Reposa en meditación.

3. La purificación por Vajrasattva

En tercer lugar viene la meditación y recitación de Vajrasattva.

Mientras recitas, «¡Āh! Me encuentro en mi forma ordinaria. Por encima de mi cabeza...,» visualiza lo siguiente:

Permaneces en tu forma ordinaria. Sobre tu coronilla hay un loto de ocho pétalos, con un tallo de aproximadamente cuatro dedos de ancho insertado en tu «apertura de Brahma». En su centro está un disco blanco como una luna llena (del ancho de las anteras de color naranja de una flor), sobre el cual se encuentra la sílaba blanca Hūṃ.

En un instante, el Hūṃ se transforma en el Lama Vajrasattva. Su cuerpo es blanco resplandeciente y emana rayos de luz. Sonriente, aparece completo con todas las marcas mayores y menores.

Su cuerpo está adornado con cinco ropas de seda: una tela de seda blanca en la parte superior; telas de varios colores en la parte inferior; diadema con adornos de seda; un fular de seda azul que cuelga sobre el cuello; y «mangas danzantes», como aquellas que se ven en algunas pinturas antiguas. También lleva los ocho ornamentos enjoyados: la corona de joyas, pendientes, gargantilla corta, brazaletes, tobilleras, cinturilla, un largo collar que se extiende por debajo del ombligo y un collar más corto llega hasta el pecho.

Con la mano derecha sostiene un vajra a la altura del corazón, y la izquierda una campana en su cadera. Está en unión con su consorte Vajragarva, blanca, que sostiene un cuchillo y un cáliz de cráneo. Ambos están sentados, él con sus pies en la postura vajra y ella con los pies en la postura del loto.

Una vez que has visualizado sus formas de esta manera, con intenso anhelo y devoción, piensa: «¡Purifica todos los actos dañinos y oscurecimientos en mi continuo mental! ¡Cuida de mí!». Este es el poder del soporte. Sentir un intenso remordimiento y pesar por los actos perjudiciales que has cometido en el pasado es el poder del remordimiento. Comprometerte a no volver a repetirlos, desde ahora mismo en adelante, incluso a costa de tu vida, es el poder de la resolución.

Como remedio para tus acciones pasadas, visualiza un disco en forma de luna en el corazón de Vajrasattva con, en su centro, una sílaba Hūṃ, rodeada por una hilera de letras blancas que forman el mantra de las cien sílabas. Las letras giran en el sentido de las agujas del reloj, y son tan finas como si estuviesen dibujadas con un sólo cabello. Recita el mantra por un tiempo, como si lo estuvieses leyendo.

Desde la guirnalda del mantra comienza a fluir el néctar blanco de la gran dicha, junto con rayos de luz. Una cantidad inconmensurable de néctar fluye a través de los cuerpos de las deidades en yab-yum, emerge desde el punto de unión, luego baja serpenteando alrededor del tallo del loto y entra en tu cuerpo por tu apertura de Brahma.

Como la suciedad y la escoria arrastradas por la fuerza de una gran inundación, todas tus enfermedades salen expulsadas en forma de pus y sangre; todas las fuerzas perjudiciales en forma de insectos; y todos tus actos dañinos y oscurecimientos en forma de sudor, hollín y vahos. Todos salen a borbotones por los poros de tu piel y por tus dos orificios inferiores, y caen en la boca, completamente abierta, del Señor de la Muerte, quien reside nueve niveles por debajo de la superficie de la tierra y tiene el aspecto de un toro rojo. Según alcanzan su estómago, considera que la muerte prematura ha sido prevenida.

Recitar el mantra de las cien sílabas (en el mejor de los casos, tantas veces como puedas; en un caso intermedio, cien veces; o como mínimo, veintiuna vez) constituye el poder de la acción como antídoto. Con todos los cuatro poderes completos, recita los versos siguientes:

¡Āh!
Estoy en mi forma ordinaria. Por encima de mi cabeza,
sobre un loto blanco, en el centro de un asiento de disco lunar
está la sílaba Hūṃ, que se convierte en el lama Vajrasattva:
de un blanco brillante, con todos los adornos del saṃbhogakāya,
sostiene un vajra y una campana, y abraza a su consorte Vajragarvā.
En ti me refugio y te ruego: ¡purifica todas las acciones negativas!
Con el más profundo arrepentimiento, las reconozco todas y te pido perdón:
de ahora en adelante, aunque en ello me vaya la vida, no volveré a consentírmelas.
En tu corazón, sobre una luna llena,
se halla la letra Hūṃ, rodeada por el mantra.
La recitación del mantra invoca tu mente de sabiduría y,
desde el punto de unión del juego gozoso del yab-yum
una nube de néctar de bodhicitta
baja fluyendo como un resplandeciente torrente de leche. Por ello,
para mí y para todos los seres de los tres mundos,
¡que todo nuestro karma y las emociones destructivas —las causas del sufrimiento—,
las enfermedades, influencias dañinas, acciones negativas y oscurecimientos, junto a las faltas, transgresiones y bloqueos debidos al quebrantamiento del samaya,
sean purificados, hasta que no quede ni uno solo!

oṃ vajrasatvasamayam
anupālaya vajrasatva
tvenopatiṣṭha ḍṛḍho me bhava
sutoṣyo me bhava
supoṣyo me bhava
anurakto me bhava
sarvasiddhiṃ me prayaccha
sarvakarmasu ca me
cittaṃ śreyaḥ kuru
hūṃ
ha ha ha ha
hoḥ
bhagavan sarvatathāgata
vajra mā me muñca
vajrī bhava mahāsamayasattva
āḥ

Practica esto, y luego recita:

¡Oh protector! En mi ignorancia y mi engaño
he corrompido y he quebrantado mis samayas.
¡Lama protector, sé mi refugio!
Figura principal de todos los mandalas, tú que sostienes el vajra,
encarnación de la gran compasión:
¡guía y líder de todos los seres vivos, en ti me refugio!

Confieso todos mis deterioros de los samayas rama y raíz, de cuerpo, habla y mente.
Te imploro: ¡haz que mis acciones negativas, oscurecimientos, fallos y quebrantamientos —todas mis faltas— se limpien y purifiquen por completo!

Según le pides protección y purificas tus acciones dañinas y transgresiones, el Lama Vajrasattva está complacido y, con una expresión sonriente y feliz, te concede su aprobación y dice: «Hijo o hija de una familia iluminada, tus acciones negativas, oscurecimientos, faltas y quebrantamientos han sido todos purificados.» Con esto se funde en luz, cuya esencia es gran dicha y vacuidad.

Luego él se disuelve en ti, e instantáneamente tú te transformas en Vajrasattva, en unión con su consorte, con la misma forma, color, adornos y ropas que antes, completamente perfecto, visible pero vacío como un reflejo en un espejo. En su corazón, en el centro de un disco de luna, está la sílaba semilla Hūṃ, rodeada en las cuatro direcciones por las sílabas Oṃ, Vajra, Sa y Tva, desde las cuales se emanan innumerables rayos de luz blanca. Éstos hacen ofrendas a todos los nobles seres, cuyas bendiciones y logros se disuelven de vuelta en ti. Y luego, resplandeciendo una vez más, los rayos de luz purifican los actos dañinos y los oscurecimientos de todos los seres.

El entorno se transforma en el reino de Akaniṣṭha-Abhirati; y sus habitantes, todos los seres de los tres reinos, se convierten en Vajrasattvas de las cinco familias. Considera que todos ellos recitan el mantra contigo.

Vajrasattva se complace y, sonriendo, dice: «Hijo o hija de una familia iluminada, tus acciones negativas, oscurecimientos, faltas y quebrantamientos han sido todos purificados».

Concediéndome su perdón, se funde en luz y se disuelve en mí.

Con esto, yo también me convierto en Vajrasattva, visible pero vacío, como un reflejo en un espejo. En mi corazón está la sílaba Hūṃ, alrededor de la cual las cuatro sílabas Oṃ Vajra Sa Tva, brillantes y resplandecientes, emanan rayos de luz.

De este modo, los tres mundos —todo el universo, tanto el entorno como los seres que hay dentro de él— alcanzan juntos la iluminación, como los campos búdicos y los budas de las cinco familias de Vajrasattva.

Recitar el mantra de corazón «Oṃ Vajra Sattva Hūṃ» tantas veces como puedas purifica los oscurecimientos especialmente por medio de la «fase de desarrollo» (kyerim).

Finalmente, cuando todos los pensamientos de deidad y mantra se han disuelto en el estado de la luminosidad natural, reposa en el estado de conciencia y vacuidad, donde cualquier concepto de «algo que debe ser purificado» o «algo que lo purifica» está primordialmente desprovisto de existencia verdadera. Esto se conoce como contemplar el rostro del Vajrasattva absoluto, y es el método excelente para purificar los oscurecimientos basado en la «fase de culminación» (dzogrim) absoluta.

4. La ofrenda del mandala

En cuarto lugar está la ofrenda del mandala. En el cielo ante ti, visualiza el campo del mérito, igual que en la práctica del refugio.

Sobre un plato de mandala limpio, hecho de metal precioso o de otro material, ungido con agua perfumada y bajung,[5] prepara treinta y siete o siete montones de flores. Alternativamente, y si no lo estás haciendo como práctica diaria, basta con visualizarlo.

Lo hagas como lo hagas, comienza por ofrecer el mandala común del nirmāṇakāya, que es un universo constituido por mil millones de mundos, cada cual con sus cuatro continentes, su Monte Meru y los reinos de los dioses, repleto con las abundantes riquezas del entorno y de sus habitantes. En especial ofrece tu cuerpo, tus posesiones, y los méritos que hayas acumulado.

Por encima, en el cielo surgen infinitas nubes de ofrenda, como manifestación de los kāyas y las sabidurías en el reino de Akaniṣṭha-Ghanavyūha. Este es el mandala extraordinario del saṃbhogakāya.

En la esfera por encima de éste, sobre la base primordialmente no nacida del mandala extraordinario del dharmakāya, dispón varios montones que representan la «conciencia que alcanza la plena madurez»,[6] así como el aspecto aparente de la luminosidad incesante.

Ofrece todo esto, considerando que dentro de cada átomo existen muchos más reinos puros, tan numerosos como todos los átomos del universo, y sabiendo además que la naturaleza inconcebible de la realidad impregna todas las cosas.

Con anhelo y devoción, reza como sigue:

¡Que yo y todos los seres sensibles completemos las acumulaciones de mérito y sabiduría; que purifiquemos nuestros oscurecimientos emocionales y cognitivos; que desarrollemos en nuestra propia conciencia las cualidades de la experiencia y la realización; y finalmente gocemos de los reinos infinitos de los tres kāyas!

Con este pensamiento de devoción intensa, recita los siguientes versos:

¡Oṃ Āḥ Hūṃ!
Mil millones de universos, cien veces diez millones de mundos,
repletos con todas las riquezas de dioses y seres humanos, como las «siete gemas preciosas»;
mis cuerpos, mis posesiones y mis fuentes de mérito, todos juntos, los ofrezco en su totalidad. Con esta ofrenda,
¡que pueda yo nacer como un Nirmāṇakāya y girar la rueda del Dharma, ¡liberando a todos los seres!

El paraíso más elevado de la gran dicha, el reino de «Tukpo Köpa»,
perfecto con las cinco certezas y el mandala de las cinco familias de budas, junto con
nubes inconcebiblemente vastas de ofrendas de todas las variedades de estimulantes sensoriales y emocionales:
con esta ofrenda, ¡que pueda yo disfrutar la perfección de las tierras puras del Saṃbhogakāya!

Donde toda apariencia y existencia son completamente puras desde el comienzo mismo, el cuerpo de la vasija juvenil,
adornado por el juego del Dharmatā, la compasión incesante,
es el reino donde todo aferramiento a la percepción de kāyas y tiklés se libera de forma natural.
Con esta ofrenda de sabiduría, ¡que pueda yo disfrutar la libertad de la realidad del Dharmakāya!

5. La acumulación del kusāli: El Chö

En quinto lugar está la acumulación del kusāli. Instantáneamente, visualiza el campo del mérito igual que antes; debajo de él se están todos los seres sensibles de los seis reinos, encabezados por aquellos que te han dañado.

Mientras recitas «¡Phaṭ! Al abandonar todo apego a este cuerpo, que tanto aprecio, las fuerzas demoníacas de la seducción por el deseo son destruidas...», visualiza lo siguiente:

Al tiempo que abandonas la fijación que hace que te aferres a tu propio cuerpo con una actitud de apego, visualiza la esencia de tu propia conciencia bajo la forma de una gota blanca del tamaño de un guisante, que sale disparada desde tu coronilla y se transforma en la ḍākinī de sabiduría, Tröma Negra (Krodhikālī). Está adornada con sedas y cinco adornos de hueso. Una cabeza de cerda sobresale de su corona y su mano derecha empuña en el aire un cuchillo curvo, con el que corta, a la altura de las cejas, el cráneo de tu cuerpo decrépito y abandonado. La calavera crece hasta alcanzar el tamaño del universo de mil millones de mundos, y se coloca sobre un hogar hecho de tres cráneos, cada uno del tamaño del Monte Meru. El resto de tu cadáver se trocea y se deposita en el interior del cáliz de cráneo.

Debajo de éste está el trazo vertical de una letra (tibetana) A, que comienza a arder con el fuego de la sabiduría. Por encima está una sílaba Haṃ blanca, vuelta hacia abajo, de la que comienza a manar néctar, que se derrama sobre el cuenco craneal y derrite y hacer hervir su contenido.

Recitando Oṃ se purifica el contenido del cáliz de cráneo y se expulsan todas las impurezas en forma de un vaho púrpura. Con Āḥ su contenido puro se multiplica, generando una cantidad inimaginable de néctar de sabiduría. Con Hūṃ, el néctar de la sabiduría mantiene su esencia, pero se transforma en enormes nubes con ruedas de tesoro celestial que emergen bajo la forma de todo lo que sea deseable o placentero. Repite las tres sílabas Oṃ Āḥ Hūṃ muchas veces.

Luego, desde tu corazón emana innumerables diosas de ofrenda, que ofrecen la primera porción a las deidades del campo del mérito, aportándoles dicha y satisfacción inmaculadas. Tú y todos los seres sensibles completáis las dos acumulaciones, purificáis los dos oscurecimientos y recibís los dos tipos de logros (siddhi).

Seguidamente se entregan los restos a los seres de los seis reinos. Todos los seres dañinos allí reunidos reciben su parte especial, en forma de montones de carne, sangre, huesos y todo lo que puedan desear. Dado que disfrutan con tu ofrenda, tus deudas kármicas quedan saldadas, y sus naturalezas malévolas y vengativas se apaciguan. Tu cuerpo se convierte en un cuerpo de arco iris inmaculado, y tu mente encuentra reposo, libre de conceptos, en el dharmakāya.

Al final, todas las nociones de sujeto y objeto, representadas por la ofrenda, los que reciben la ofrenda y demás, quedan purificadas en la amplitud de la Gran Perfección luminosa, el estado fundamental de la mente donde no hay existencia intrínseca alguna. Reposa en este estado natural y libre de artificio, libre de las marcas de las tres esferas conceptuales (del sujeto, el objeto, y la acción).

¡Phaṭ!
Al abandonar todo apego a este cuerpo, que tanto aprecio, las fuerzas demoníacas de la seducción por el deseo son destruidas.
Mi conciencia sale disparada por la apertura de Brahma al espacio que todo lo abarca, uniendo rigpa con el espacio,
destruye la fuerza demoníaca de la muerte y se transforma en Tröma.
En su mano derecha lleva un cuchillo curvo, que simboliza la destrucción de la fuerza demoníaca de las emociones conflictivas.
Rebanando la parte superior del cráneo de mi cadáver, destruye la fuerza demoníaca de los agregados del ego.
Con la mano izquierda sostiene el cáliz de cráneo, para desempeñar su actividad,
y lo coloca al fuego sobre tres cabezas humanas, que representan los tres kāyas;
en su interior está el cadáver, convertido ahora en una ofrenda tan vasta como mil millones de mundos,
fundido en néctar por un «trazo de A» y Haṃ,
purificado, multiplicado y transformado por el poder de Oṃ Āḥ Hūṃ.

Oṃ Āḥ Hūṃ

Después de recitar este mantra innumerables veces, continúa con:

¡Phaṭ!
Por encima, los invitados —los lamas raíz y del linaje, y los yidams— se complacen con mi ofrenda,
por la que acumulo mérito y sabiduría y obtengo los siddhis comunes y supremos.
Abajo, los invitados que pertenecen al saṃsāra se satisfacen con mi ofrenda; las deudas kármicas quedan saldadas.
Especialmente, al satisfacer a las fuerzas maléficas y negativas,
todas las enfermedades, las influencias destructivas y los obstáculos quedan pacificados, disolviéndose en el espacio que todo lo abarca;
las circunstancias dañinas y el aferramiento al «yo» se desintegran.
Finalmente, la ofrenda, el que la ofrece y los invitados, todos,
se disuelven en la naturaleza de Dzogpachenpo, la gran simplicidad: ¡Ah!

6. Guru Yoga

La visualización

Primero establece la visualización de los objetos del refugio. Mientras recitas los versos que comienzan por «¡Emaho! Toda mi percepción, espontáneamente perfecta...», visualiza lo siguiente:

Hasta donde abarca el espacio, abarca la percepción; así, toda la amplitud de tu percepción es un reino puro. Según tu modo habitual de percibir se disuelve en el espacio, el paraíso de la pureza infinita surge por sí mismo, espontáneamente perfecto: el palacio de Akaniṣṭha de Luz del Loto, espléndido y sublime en su diseño, ornamentación y estructura ilimitada.

Tú estás en su centro. En esencia eres Yeshe Tsogyal, pero apareces con la forma de Vajrayoginī, de color rojo. Con su mano derecha sostiene un cuchillo curvo y en la izquierda un cáliz de cráneo lleno de sangre. En su codo izquierdo acuna un tridente khaṭvāṅga. Está de pie sobre un loto, un sol y un cadáver, con su pierna derecha extendida y la izquierda ligeramente doblada. Ataviada con adornos de sedas y huesos, mira melancólica, con sus tres ojos, al corazón de su maestro.

En el cielo, en frente de ti, a la altura de la parte superior de tu cabeza, se halla un loto multicolor de cien mil pétalos. Allí sentado, sobre discos de sol y luna de la anchura de las anteras del loto, está tu maestro raíz, encarnación de todos los objetos del refugio. Aparece bajo la forma de Orgyen Tsokye Dorje (el Vajra de Oḍḍiyāna Nacido del Lago), de color blanco con un matiz rojo, con la apariencia juvenil de un muchacho de ocho años.

Ambos ojos, completamente abiertos, miran penetrantes. Cubre su cuerpo con ropa interior vajra de color blanco, y sobre ésta, en capas, una toga roja, una túnica azul oscuro del Mantrayāna, un chal monástico rojo decorado con un estampado de flores doradas y una capa de brocado de seda marrón. Tiene un rostro y dos manos. En la derecha sostiene un vajra de cinco radios a la altura de su corazón; en la izquierda, que descansa en el gesto de la ecuanimidad, sostiene un cáliz de cráneo, con en su centro una vasija de longevidad llena de néctar de sabiduría inmortal. Acunado en su brazo derecho se halla un khaṭvāṅga de tres puntas que representa a la consorte Mandāravā. Sobre la cabeza porta un sombrero de loto de cinco pétalos. Airado y sonriente, luce magnífico con el esplendor de las marcas mayores y menores. Está sentado con sus dos pies en la postura real.

Está completo rodeado por una esfera de arco iris y una retícula de rayos de luz de cinco colores, en cuyo interior y exterior bullen burbujas de luz de arco iris. Luego, surgiendo como manifestación de la mente de sabiduría de tu maestro raíz están los ocho vidyādharas de la India; los ochenta y cuatro señores de yoguis; los mahāsiddhas del Tibet, tales como los veinticuatro discípulos, y muchos otros. Están aquellos que tienen el nivel de vidyādharas, siddhas y paṇḍitas de la India y del Tibet. Hay infinitos yidams pacíficos y airados asociados con las seis grandes clases de tantras, y una asamblea de ḍākas y ḍākinīs de las tres moradas; protectores del Dharma; guardianes; deidades de la abundancia y guardianes de tesoros. Todos ellos aparecen como nubes arremolinadas. Todos ellos aúnan luminosidad y vacuidad, como un reflejo de la luna sobre el agua, o un arco iris. Visualízalos de tal modo que tu percepción habitual cese automáticamente.

¡Emaho!
Toda mi percepción, espontáneamente perfecta, es un reino de infinita pureza:
la Gloriosa Montaña de Color de Cobre, dispuesta con perfecto y completo detalle. Aquí, en su centro mismo,
mi cuerpo es Vajrayoginī,
con una cara y dos brazos, de un rojo brillante, sosteniendo un cuchillo curvo y una calavera;
mis dos pies se posan con gracia y mis tres ojos miran al cielo.
Por encima de mi cabeza, sobre un loto floreciente de cien mil pétalos, en un asiento de disco solar y lunar,
aparece, inseparable de mi propio maestro raíz, la encarnación de todas las fuentes de refugio,
Guru Rimpoché, en forma del Nirmāṇakāya supremo «El Vajra Nacido del Lago».
Su cuerpo resplandece de juventud, blanco con un matiz rojo;
viste una toga, un manto monástico, una capa y una túnica;
tiene una rostro y dos brazos, y está sentado en la postura real.
Con la mano derecha sostiene el vajra, y con la izquierda un cáliz de cráneo que contiene la vasija de la inmortalidad;
en la cabeza lleva el sombrero de loto de cinco pétalos.
Acunada en el brazo izquierdo sostiene a la «consorte suprema» de gozo y vacuidad,
oculta en la forma del tridente khaṭvāṅga de tres puntas.
Preside en medio de un aura centelleante de rayos y anillos de luz de arco iris.
A su alrededor, rodeados de una bella retícula de luz blanca, azul, amarilla, roja y verde,
están el rey Trisong Detsen, los veinticinco discípulos,
los paṇḍitas, siddhas y vidyādharas de la India y el Tibet, las deidades yidam,
las ḍākinīs, dharmapālas y protectores que guardan el samaya. Reunidos como nubes arremolinadas,
los visualizo vívida y claramente, en la gran igualdad de claridad y vacuidad.

Visualízalos claramente, y luego recita:

¡Hūṃ!
En el noroeste de la tierra de Oḍḍiyāna,
en el corazón de una flor de loto,
dotado de los más maravillosos logros,
se te conoce como el «Nacido del Loto».
Rodeado por una multitud de ḍākinīs,
mientras sigo tus pasos,
¡te lo ruego, ven e inspírame con tus bendiciones!
guru padma siddhi hūṃ

Según invocas a las deidades con la oración de los siete versos, sintiendo intenso anhelo y devoción, Orgyen Pema Tötreng y una multitud oceánica de deidades victoriosas de las tres raíces, llegan desde el reino nirmāṇakāya de la montaña gloriosa de Ngayab Ling en el suroeste. Descienden como una gran masa de semillas de sésamo recién expulsadas de sus vainas, y se funden inseparablemente con los samayasattvas.

La práctica de las siete ramas

En segundo lugar está la práctica de las siete ramas:

Crea mentalmente cientos, miles, y finalmente incontables emanaciones de tu propio cuerpo. Todas ellas ofrecen postraciones junto a todos los seres de los tres mundos, mostrando gran respeto con tu cuerpo, habla y mente.

Dispón ofrendas materiales, así como otras creadas por la imaginación, e imagina que las envías hasta cubrir el espacio entero, como las nubes de ofrendas del bodhisattva Samantabhadra.

Con intenso arrepentimiento y pesar, confiesa todos los actos dañinos y transgresiones que has acumulado con tu cuerpo, habla, o mente durante todas tus infinitas vidas en el saṃsāra. Considera que todas ellas se juntan en un grano negro sobre tu lengua. Confiésalas y promete no volverlas a cometer jamás. Entonces, a modo de antídoto, del cuerpo, habla y mente iluminados de las deidades del campo del mérito salen despedidos rayos de luz brillante, que alcanzan el grano y lo purifican, como quien limpia una mancha.

Sin el más mínimo sentimiento de envidia o celos, regocíjate en todas las fuentes de virtud, absolutas o relativas, del saṃsāra, del nirvāṇa y del camino. Implora a los budas y los bodhisattvas de las diez direcciones que giren la rueda del Dharma de los tres yānas de los śrāvakas, pratyekabudas y bodhisattvas. Reza y pídeles que no pasen al nirvāṇa hasta que el saṃsāra quede vacío. Dedica todas tus causas de virtud acumuladas en el pasado, el presente y el futuro, representadas por la virtud obtenida por esta práctica, como causa para que todos los seres logren la iluminación.

Manteniendo tu atención en las meditaciones de estas siete ramas, haz postraciones y recita:

¡Hrīḥ! Tantas veces como átomos hay en el universo,
multiplico mi cuerpo y te ofrezco postraciones.

Con ofrendas reales, y aquellas creadas en la mente por el poder del samādhi,
te ofrezco el universo entero en un «vasto gesto de ofrecimiento».

Todas mis acciones dañinas de cuerpo, habla y mente
las confieso y purifico en la luminosidad del dharmakāya.

Bien sean relativas o absolutas,
me regocijo por todas las acciones positivas y virtuosas.

De acuerdo con la receptividad y las necesidades de los diferentes seres,[7]
os imploro que giréis la rueda del Dharma de los tres yānas.

Hasta que el saṃsāra esté completamente vacío y todos los seres se hayan liberado,
os ruego que no entréis en el nirvāṇa, sino que permanezcáis entre nosotros.

Todos los méritos y las acciones positivas del pasado, presente y futuro,
los dedico para que todos los seres obtengan la suprema iluminación.

En tercer lugar viene la sección de oración, y recibir la transmisión de poder.

El logro de la liberación y de la omnisciencia depende de la realización de la sabiduría coemergente en tu propia mente; y esto a su vez depende de la bendición del maestro; y el hecho que recibas sus bendiciones o no depende totalmente de que el poder de tu devoción cree las circunstancias propicias.

Debes alcanzar el convencimiento firme de que tu propio maestro raíz posee exactamente las mismas cualidades iluminadas que el Buda, pero incluso es superior al Buda por la bondad que te muestra. Genera este tipo de convicción.

Entonces, concentrándote en el maestro con toda tu mente, corazón y alma, deposita toda tu confianza en él o ella y piensa: «¡De ahora en adelante hasta que logre la iluminación, en la felicidad o en el sufrimiento, en circunstancias buenas o malas, en situaciones elevadas o insignificantes, confío en ti por completo! ¡Tú me conoces!».

Practica con anhelo y devoción intensos, hasta el punto de que te afecte física y mentalmente: el vello se te pone de punta, de tus ojos brotan lágrimas y tu mente, tan cautivada por el maestro, no puede pensar en nada más.

¡Oh, Guru Rimpoché, el precioso!
Tú eres la encarnación
de la compasión y la bendición de todos los budas,
el único protector de los seres.
Mi cuerpo, mis posesiones, mi alma y corazón,
sin dudarlo ni un instante, a ti te los entrego.
¡De ahora en adelante, hasta que alcance la iluminación,
en la felicidad o el sufrimiento, en circunstancias buenas o malas, en situaciones altas o bajas:
en ti confío plenamente, oh Pemajungne, tú me conoces!
oṃ āḥ hūṃ vajra guru padma siddhi hūṃ

Recita el manta cuantas veces puedas, y luego:

No tengo a nadie más a quien recurrir;
en estos tiempos de maldad, los seres del Kāliyuga
se hunden en un pantano de sufrimiento intenso e insoportable.
¡Libéranos de todo eso, oh gran Guru!
¡Concédenos las cuatro transmisiones de poder, oh bendito!
¡Dirige tu realización hacia nuestras mentes, oh compasivo!
¡Purifica nuestros oscurecimientos emocionales y cognitivos, oh poderoso!

Cuando mi vida llega a su fin,
toda mi percepción se vuelve el paraíso de Ngayab Ling, la «Gloriosa Montaña de Color de Cobre»,
la tierra pura del nirmāṇakāya, donde la apariencia y la vacuidad son indivisibles.
Mi cuerpo, Vajrayoginī,
se transforma en una esfera de luz vibrante y radiante
y fundiéndome, inseparable, con Padmasambhava,
alcanzaré la budeidad,
y desde el despliegue de la vasta sabiduría primordial,
que es la manifestación milagrosa de la dicha y la vacuidad,
para todos y cada uno de los seres de los tres reinos,
¡que pueda yo aparecer como su verdadero guía, para conducirles a la liberación!
¡Jetsün Padma, otórgamelo, te lo ruego!

Desde el fondo de mi corazón, te rezo,
y no con palabras falsas o huecas:
¡otórgame tus bendiciones desde lo más hondo de tu mente de sabiduría,
y haz que se cumplan todas mis buenas aspiraciones, te lo ruego!

Recita estos versos varias veces y entonces practica el yoga de la oración e invocación, pronunciando el mantra oṃ āḥ hūṃ vajra guru padma siddhi hūṃ, a la vez que tienes presente su significado.

Comienza con Oṃ Āḥ Hūṃ, que son las sílabas semilla de los tres vajras (del cuerpo, habla y mente).

Vajra significa el dharmakāya porque, [al igual que el vajra o el diamante], no puede ser «cortado» ni destruido por las elaboraciones del pensamiento conceptual.

Guru significa el saṃbhogakāya, cargado con el «peso» de las cualidades de los siete aspectos de la unión.[8]

Padma significa el nirmāṇakāya, la conciencia radiante de la sabiduría del discernimiento, que emerge como la familia del loto del habla iluminada.

A la vez que recuerdas las cualidades del gran Guru de Oḍḍiyāna, inseparable de estos tres kāyas, reza con esa devoción continua que es el despliegue intrínseco de la naturaleza de la mente, libre de toda elaboración del pensamiento conceptual.

Todos los logros supremos y ordinarios (Siddhi) se obtienen por el poder de esta oración, y al pensar «¡Hūṃ! ¡Que los reciba en mi continuo mental, en este mismo instante!».

Esfuérzate en recitar el mantra, mientras reconoces que tu entorno es el Palacio de la Gloriosa Montaña de Color de Cobre, y que todos los seres en él contenidos son el Guru de Oḍḍiyāna y la asamblea de ḍākas y ḍākinīs. Recuerda que todos los sonidos son el sonido espontáneo del mantra y que, en secreto, todos los movimientos de la mente se liberan por sí mismos, sin dejar rastro alguno, como la estela de un pájaro en vuelo. Al final, recita la oración al linaje, a la vez que recuerdas las maravillosas cualidades de los maestros raíz y del linaje.

¡Emaho!
En el reino celestial, libre de toda dimensión y confín,
está el Buda primordial, Samantabhadra del dharmakāya;
el juego de su sabiduría, como el reflejo de la luna en el agua, es Vajrasattva del saṃbhogakāya;
perfecto con todas sus cualidades búdicas, Garab Dorje del nirmāṇakāya:
¡os lo ruego: otorgadme vuestras bendiciones y transmisiones de poder!
Śrī Siṃha, tesoro del Dharma último;
Mañjuśrīmitra, regidor universal de los nueve yānas;
Jñānasūtra; gran paṇḍita Vimalamitra:
¡os lo ruego: mostradme el camino para liberar mi mente!

Padmasambhava, ornamento único de este mundo nuestro;
tus supremos discípulos de corazón, Trisong Detsen, Vairotsana y Yeshe Tsogyal;
Longchenpa, que reveló un vasto océano de tesoros de la mente de sabiduría;
Jigme Lingpa, depositario del tesoro del espacio de las ḍākinīs:
¡os lo ruego: otorgadme el fruto y la liberación!

Que por la verdadera renuncia y la revulsión por el saṃsāra,
pueda yo confiar plenamente en mi lama vajra, como si fuera mis propios ojos,
siguiendo sus instrucciones al pie de la letra y abriendo mi corazón a las profundas prácticas que me da,
no sólo de vez en cuando, sino con aplicación constante y diligente:
¡que me vuelva merecedor de la transmisión de su profunda mente de sabiduría!

Puesto que todo lo que aparece y existe —saṃsāra y nirvāṇa— es desde el principio mismo Akaniṣṭha, el reino puro de los budas,
donde todas las apariencias se liberan en perfectas formas búdicas,
todos los sonidos se purifican en el mantra y todos los pensamientos maduran en el dharmakāya;
puesto que el Dzogpachenpo está libre de todo esfuerzo de abandonar y adoptar;
y dado que el auto-resplandor de rigpa está más allá de cualquier pensamiento o experiencia,
¡que pueda yo ver la realidad desnuda del dharmatā!

¡Que todo aferramiento a la realidad corriente se libere por competo en luz del arco iris,
y que aumenten las experiencias de los kāyas y los tiklés!
¡Que la fuerza de mi rigpa se acreciente y madure en la plenitud del perfecto saṃbhogakāya!
Según la percepción de la realidad fenoménica se desvanezca
y mi mente conceptual muera en el estado de la completa iluminación,
¡que capture el bastión del cuerpo de vasija juvenil, libre de nacimiento y de muerte!

Pero si no soy capaz de dominar la práctica del gran Atiyoga en esta vida
y este burdo cuerpo físico no es liberado en el espacio puro del cuerpo de arco iris,
entonces, cuando los componentes que forman esta vida se desintegren,
¡que en el momento de la muerte la luminosidad fundamental surja como dharmakāya, puro desde el comienzo mismo;
que las apariencias del bardo se liberen en formas del saṃbhogakāya;
y que, perfeccionando el camino del trekchö y del tögal,
pueda liberarme con la misma naturalidad de un niño que corre hacia el regazo de su madre!

En este gran camino secreto del mantrayāna de luz clara ―el Dzogpachenpo, el zenit de todo—,
la iluminación ha de ser hallada únicamente en el rostro del dharmakāya.
Pero si no lo logro, y no me libero en el estado primordial,
¡que, tomando el sublime camino de las cinco prácticas de «la iluminación sin meditación»,
pueda yo renacer en uno de los reinos naturalmente emanados de las cinco familias de budas,
y especialmente en el «Palacio de la Luz de Loto», el paraíso Zangdokpalri de Guru Rimpoché,
en presencia del Señor de Orgyen en persona, regente del océano de maestros vidyādharas,
mientras celebra el festín del Dharma del gran mantrayāna secreto!
¡Que pueda yo nacer como su hijo predilecto
para asumir la tarea de ayudar a la infinidad de seres!

¡Que por la inspiración y bendición del océano de vidyādharas victoriosos,
por la verdad del dharmadhātu, más allá de lo concebible,
y con esta forma humana, libre y bien dotada, pueda yo
entrenarme en las tres actividades de perfeccionar, madurar y purificar,
y que, efectuando esta feliz interconexión, alcance el estado de la budeidad!

Haciendo esta aspiración con un sentimiento de anhelo y devoción intensos, considera que el séquito se disuelve en el maestro raíz. Entonces, de tu maestro raíz, que encarna todos los objetos de refugio, recibes las cuatro transmisiones del poder, tal y como se describen en el texto raíz:

Desde la letra Oṃ en la frente del Guru, radiante y vibrante como la luz de la luna,
se emanan rayos de luz que penetran en mi frente.
Las acciones negativas del cuerpo y los oscurecimientos de los canales son purificados.
Me colma la bendición del cuerpo vajra de los Budas,
obtengo la transmisión de poder de la vasija,
me convierto en un recipiente receptivo para la fase de generación del kyerim,
se siembra la semilla del «vidyādhara completamente madurado»,
y se implanta en mí el potencial para lograr el nivel del nirmāṇakāya.

Desde la letra Āḥ en su garganta, resplandeciente como un rubí,
se irradian rayos de luz que penetran mi garganta.
Las acciones negativas del habla y los oscurecimientos de los aires internos se purifican,
la bendición del habla vajra de los budas entra en mí,
obtengo la trasmisión de poder secreta,
me convierto en un recipiente propicio para la práctica de la recitación del mantra.
Se siembra la semilla del «vidyādhara con poder sobre la vida»,
y se implanta en mí el potencial para lograr el nivel del saṃbhogakāya.

Desde la letra Hūṃ en su corazón, rayos de luz azul como el cielo
se vierten e inundan mi corazón.
La actividad negativa de la mente y los oscurecimientos de los tiklés se purifican.
Se establece en mi la bendición de la mente vajra de todos los budas,
obtengo la trasmisión de poder de sabiduría,
me convierto en un recipiente receptivo para la práctica de dicha y vacuidad de «caṇḍāli».
Se siembra la semilla del «vidyādhara del mahāmudrā»,
y se implanta en mí el potencial para lograr el nivel del dharmakāya.

De nuevo, desde el Hūṃ en su corazón, otro Hūṃ sale disparado como una estrella fugaz
y se funde, indistinguible con mi mente.
El karma de «la base de todo» y los oscurecimientos cognitivos son purificados,
la bendición de la sabiduría vajra penetra en mí.
Obtengo la transmisión de poder absoluta, simbolizada por la palabra;
me convierto en un vasija receptora de la pureza primordial del Dzogpachenpo.
Se siembra la semilla del «vidyādhara del logro espontáneo».
Se implanta en mí el potencial del svabhāvikakāya, el fruto final.

Tras recibir las transmisiones de poder, combinando recitación y visualización, el cuerpo, habla y mente iluminados del maestro se funden inseparablemente con tu propio cuerpo, habla y mente (las tres puertas), y experimentas un estado de clara conciencia desnuda y de vacuidad. Recita el mantra mientras te mantienes en este estado del momento presente. Finalmente, para concluir la sesión, recita «Cuando mi vida toca a su fin...» y visualiza la disolución tal como sigue, que constituye la práctica de la fase de la culminación:

Como resultado de tu intenso anhelo por el maestro, su compasión por ti aumenta, y te sonríe y te mira con amor. Desde su corazón surge un único rayo de luz roja cálida, que te alcanza a ti, Vajrayoginī, en tu corazón. Tu cuerpo y tu mente se colman instantáneamente con un sentimiento de dicha y felicidad.

Al final, te fundes en luz roja, cuya naturaleza es la gran dicha, y te reduces hasta convertirte en una esfera de luz del tamaño de un guisante, con el aire interior (prāṇa) y la mente indivisibles. Esta esfera sale disparada, como una estrella fugaz, hacia el corazón de Guru Rimpoché, donde se funde con su mente de sabiduría. Reposa en ese estado.

Me visualizo claramente como Vajrayoginī. Desde el centro del corazón del lama un rayo de luz, roja y cálida, sale disparado repentinamente y alcanza mi corazón. En un instante, me transformo en una esfera de luz roja del tamaño de un guisante, que se dispara hacia Padmasambhava, como una chispa que salta del fuego, y se disuelve en el corazón de Guru Rimpoché, donde se funde y se hace uno con él: un solo sabor.

Emerge de la meditación y, como un pez que salta del agua, visualízate de nuevo con la forma básica de la deidad, y visualiza el entorno como un reino puro, igual que antes.

¡Glorioso Tsawe Lama, el precioso,
mora en el asiento de loto en lo más hondo de mi corazón;
mírame con la gracia de tu gran compasión
y otórgame los logros de cuerpo, habla y mente!

Que, frente al estilo de vida y las actividades del lama,
no surja ni por un instante la visión errónea y
¡que pueda ver todo cuanto hace como una enseñanza para mí!
¡Con esa devoción, que sus bendiciones colmen e inspiren mi mente!

¡Que en todas mis vidas jamás me separe del lama perfecto
y, habiéndome beneficiado plenamente del esplendor del Dharma,
pueda llevar las cualidades de los cinco caminos y los diez bhūmis a su perfección,
y alcance rápidamente el nivel sublime de Vajradhara!

Por estos méritos, que todos los seres
completen las acumulaciones de mérito y sabiduría,
y que así alcancen el dharmakāya y el rūpakāya
que provienen del mérito y la sabiduría.

Por todo el mérito que tienen los seres,
por lo que han hecho, lo que harán o lo que están haciendo ahora,
que alcancen los mismos estados de perfección
que obtuvo Samantabhadra.

Tal y como el bodhisattva Mañjuśrī reconoció el camino,
y Samantabhadra también,
¡seguiré los pasos de todos los bodhisattvas
haciendo una dedicatoria perfecta de estos méritos!

Al igual que todos los budas del pasado, presente y futuro
alaban como suprema la dedicatoria de méritos,
yo también dedico ahora todas estas fuentes de mérito mías,
para que todos los seres perfeccionen las «Buenas Acciones» de Samantabhadra.

Que en todas mis vidas, dondequiera que nazca,
¡obtenga las siete cualidades del nacimiento en los reinos superiores!
¡Que tan pronto como nazca me encuentre con el Dharma
y tenga la libertad de practicarlo correctamente!
¡Que pueda complacer al noble lama
y poner el Dharma en acción, de día y de noche!
¡Que pueda realizar el Dharma e integrar su sentido más profundo,
y así cruzar el océano de la existencia en esta misma vida.
¡Que pueda enseñar el sagrado Dharma a los seres que deambulan por el saṃsāra
y que jamás me canse ni me hastíe de trabajar para ayudar a los demás!
¡Que por mi servicio a los demás, vasto e imparcial,
todos los seres alcancen juntos la budeidad, como un solo ser!

Recita más oraciones generales de dedicatoria y aspiración, así como la Oración de aspiración a la Gloriosa montaña de color de cobre y la Senda secreta a la Gloriosa montaña.

Entre las sesiones, la práctica general es el yoga de reconocer las imágenes, sonidos y pensamientos como deidad, mantra y sabiduría —las denominadas «tres transformaciones»— tal y como se ha explicado más arriba (en la descripción de la visualización para recitar el mantra). En particular, deberías ofrecer al maestro sobre tu coronilla la primera porción de tu comida y tu bebida, considerando que tienen la naturaleza del néctar, y también cualquier ropa nueva que recibas, considerando que es de factura divina. Sea lo que sea lo que percibas con tus seis sentidos,[9] ya sea bueno o malo, positivo o negativo, no persigas los pensamientos ordinarios, sino por el contrario, mantén viva la conciencia de la deidad, el mantra y la sabiduría.

Por la noche, a la hora de dormir, reza por tu propio bienestar y por el de los demás, con la oración Sampa Lhundrupma o la Oración de aspiración para entrenarse en los reinos puros de los tres kāyas. Al concluir, el maestro desciende por tu «apertura de Brahma» y llega a tu corazón, que tiene la forma de un loto de cuatro pétalos. Del maestro emanan rayos de luz que llenan todo tu cuerpo. A medida que entras en el sueño, y sosteniendo la atención centrada en estos rayos luminosos, mantén el sentimiento de que tu mente y la mente de sabiduría del maestro están inseparablemente unidas.

Alternativamente, los rayos de luz alcanzan al mundo exterior, visualizado claramente como el palacio de la deidad, que seguidamente se disuelve en luz como la sal se disuelve en el agua. Esta luz se disuelve a su vez en los habitantes (todos los seres sensibles), todos ellos visualizados como deidades. Éstos se disuelven en ti; tú te disuelves en el maestro; y él se purifica en una luz clara no conceptual. Descansa en la claridad interior, la unión de la conciencia desnuda y la vacuidad, sin que te interrumpa ningún otro pensamiento. Se trata de un estado de disolución, pero no de opacidad.

En caso de que te despiertes, ataja el impulso de cualquier pensamiento o sueño excitado o desbocado; y entonces, manteniendo constante ese estado nítido de luz clara, reconocerás la luminosidad del dormir y del sueño.

Luego, cuando te despiertes por la mañana siguiente, practica el yoga de levantarte al amanecer, así como todo lo que se ha explicado hasta ahora, en cuatro sesiones, o cuantas prefieras.

Además, cuando se acerque el momento de morir, si practicas visualizando la disolución de la fase de culminación, y luego reposas con tu conciencia fundida en el espacio, ésta práctica se considera la reina de todos los phowas, o prácticas de transferencia. E incluso si no logras la transferencia, aún tendrás la oportunidad de liberarte en los bardos si recuerdas el yoga de reconocer las formas, los sonidos y la actividad mental como deidad, mantra y mente de sabiduría.

En resumen, si llegas al final de esta senda de los preliminares, con tu samaya y tu devoción completamente puros, cuando mueras, sin tener siquiera que echar un vistazo a la práctica principal, podrás llegar directamente a la gloriosa montaña de Ngayab Ling. Y en ese reino puro, con toda seguridad podrás alcanzar el nivel de Samantabhadra, recorriendo el camino de los cuatro niveles de los vidyādharas más rápidamente que el curso de la luna o del sol.

Si adquieres cierta experiencia en estos métodos de la práctica del Ngöndro, gradualmente accederás a la práctica principal. El camino que corresponde a la transmisión de poder de la vasija es la práctica de la fase de generación de los vidyādharas pacíficos y airados. El camino relativo a la transmisión de poder secreta son las prácticas de controlar el aire interior y de generar el calor interior. El camino que corresponde a la transmisión de poder de la sabiduría del conocimiento trascendente es la práctica del significado oculto y de los medios hábiles. El camino de la cuarta transmisión de poder es el trekchö y el tögal. Aunándolos todos en una práctica esencial, si te aplicas con diligencia, deberías poder alcanzar el nivel de Vajradhara, el estado de la unión primordial, ¡en esta misma vida!

Colofón

Esta compilación, de carácter breve, sencillo y esencial, de las fases de la visualización requeridas en la práctica regular del Dzogpachenpo Longchen Ñingtik Ngöndro («El camino excelente a la omnisciencia») fue escrita por Khyentse Wangpo, siervo preferido del maestro omnisciente, de acuerdo con las enseñanzas orales y las instrucciones recibidas de mis maestros, con el solo propósito de beneficiar a aquellos afortunados que se inician en este camino. ¡Que el mérito de ello sea la causa por la que todos los seres alcancen prontamente el nivel del inmortal Pema Tötreng!

| Traducido al inglés por Adam Pearcey, 2006. Editado por Janine Schulz. Traducción del texto raíz del Longchen Ñingtik Ngöndro por cortesía de Rigpa Translations. Traducido al español en 2008 por Traducciones Rigpa, y revisado en 2015–2016.


  1.   ཟག་བཅས་ཀྱི་དགེ་བ།. Esto hace referencia a las acciones positivas realizadas sin los tres nobles principios.  ↩

  2. Las tres maneras de complacer al maestro vienen mencionadas en Las palabras de mi maestro perfecto, capítulo 6, pág. 145, Como seguir a un amigo espiritual: «La mejor forma, denominada la ofrenda de la práctica, consiste en poner en práctica con determinación e ignorando cualquier dificultad todo aquello que nos enseña. La intermedia es servirle con el cuerpo y la palabra poniendo a su disposición nuestro cuerpo, palabra y mente. La inferior es ofrecerle cosas materiales para complacerle, dándole por ejemplo alimentos, riquezas y otros bienes materiales.»  ↩

  3. Según Patrul Rimpoché, Guru Orgyen Dorje Chang es blanco con un matiz rojo.  ↩

  4. Las tres esferas, o tres moradas, son (i) más arriba que la tierra, (ii) sobre la tierra, y (iii) bajo la tierra.  ↩

  5. El bajung es una preparación ritual que se hace con cinco sustancias distintas obtenidas de una vaca. Véase The Treasury of Precious Qualities (en inglés), de Kangyur Rimpoché, Shambala 2001, pág. 371, nota 120.  ↩

  6. La «conciencia que alcanza la plena madurez» es la tercera de las cuatro visiones de la práctica del tögal.  ↩

  7. Esta línea fue escrita y añadida posteriormente por Jamyang Khyentse Wangpo.  ↩

  8. Tib. khajor yenlak dün (ཁ་སྦྱོར་ཡན་ལག་བདུན།), significa «los siete aspectos de la unión». Las siete cualidades de un buda del saṃbhogakāya son: completo disfrute; unión; gran dicha; ausencia de naturaleza propia; presencia de la compasión; ser ininterrumpido; y ser incesante.  ↩

  9. Es decir, los cinco sentidos habituales (vista, oído, olfato, gusto y tacto), a los cuales se añade la mente como sexto sentido.  ↩

Esta web utiliza cookies para recopilar estadísticas de uso anónimas y mejorar la experiencia.
Decline
Accept